- Santanderina, unas frases con truco: «Yo ya no creo en la sostenibilidad. La doy por asumida». Ahora hay que buscar algo más.
- Que un euro valga cinco liras turcas es un problema para toda Europa.
- Se ha desmontado el tejido empresarial de proveedores. Para desarrollar producto nos pasamos más tiempo en Asia que en la fábrica.
- En algún momento habrá que replantearse la racionalidad del sistema actual de retail, basado en fast fashion.
- Objetivo: una empresa rentable que pueda invertir y generar una dinámica social responsable.
- No todo el plástico del mar es reciclable. Y lo dice quien apuesta por salvar los océanos.
- Innovar es la gran apuesta. Innovar, en todos los órdenes.
El presidente de Textil Santanderina comparte reflexiones sobre el complejo estado del sector y sobre la positiva actitud de su grupo.
25449TES
Juan Parés Boj, presidente de Textil Santanderina, nunca ha sido muy partidario de prodigarse en los medios, aunque últimamente haya cobrado una frecuencia de aparición en los mismos totalmente inusual. Es lo que ocurre cuando la empresa alcanza una dimensión importante.
El umbral ya lo superó hace mucho tiempo, pero el sector no lo había asumido de forma diáfana, seguramente porque Santanderina siempre ha preferido la discreción, incluso (por qué no decirlo) la humildad. En parte es cosa de familia, pues el anterior presidente, Juan María Parés Serra, fallecido hace dos años, siempre fue también un ejemplo de hacer cosas sin hablar demasiado de ellas. En parte, puede ser un poco una característica de las comarcas cántabras que rodean a la población de Cabezón de la Sal, donde Textil Santanderina tiene la sede y las instalaciones principales.
Juan Parés no puede obviar la importancia que ha cobrado la empresa y el grupo de empresas, que a veces se describe periodísticamente con mayor amplitud de la real, pues una cosa es el grupo en sí y otra cosa diferente son las empresas en las que participan los accionistas, con un perímetro más amplio pero sin unidad económica. Tampoco, como presidente del mismo, puede escapar a sus obligaciones de comunicación, que reconoce que en esta época de socialización digital son mayores que antaño: una empresa debe proyectar una imagen. Aun así, es muy cauto.
Quien esto escribe debe confesar que viene compartiendo charlas con Juan Parés desde hace décadas, y que siempre son instructivas. Aunque de muchas de ellas no hayamos llevado su contenido a las páginas de Textil Exprés, siempre nos han enriquecido personalmente. Y, todo hay que decirlo, Juan también ha requerido nuestra valoración de sus opiniones, lo que es de agradecer; y dígase, al igual que lo que antes hemos mencionado, desde la humildad, puesto que un periodista no es nadie para comentar las actuaciones y los planes de quienes, desde el corazón de las empresas textiles, afrontan diariamente sus desafíos. Que son muchos.
Esta vez nos hemos reunido en un escenario informal. El hall de un hotel, aprovechando un punto de ruta de quien es un directivo realmente muy viajero... por España, por Europa y por el mundo. Puedes encontrártelo en una parada por Barcelona de regreso de Shanghái con escala en Bangla Desh, y próximo a viajar a Nigeria, por ejemplo; donde trata con líderes de empresa, políticos, proveedores, clientes, organismos, o quizá simplemente cena marisco con amigos (de una gran organización detallista cuyo nombre es innecesario evocar) en Galicia, esto en un plano de camaradería que quizá ustedes no imaginaban.
Y es que si de algo puede presumir es de la amplitud de sus contactos, que no entiende en el sentido clásico de aquellos que antiguamente alardeaban de relaciones, sino en el del conocimiento de numerosas personas que comparten con él sus experiencias y su amistad.
Permítannos, pues, que esta vez las reflexiones de una charla especial las compartamos con ustedes. Todo puede resumirse en dos grandes bloques. De un lado, el descriptivo sobre el estado del sector en Europa. Que es el de una industria y un comercio sometidos a desafíos de gran envergadura. Graves, incluso. De otro, el relativo a la mentalidad y la actitud con que Santanderina contempla el mundo, que es positiva y proactiva.
Comencemos con lo que escuece. Que no atañe a Santanderina sino al sector, pero es evidente que a un gran actor del textil eso no le deja indiferente: los retos de la industria son necesariamente sus retos propios.
La realidad: el mercado está muy volcado a precio.
«Llevamos unos meses muy duros en el mercado de la moda, y aunque vemos crecimientos notables en producto técnico, es evidente que de momento el volumen en moda es mucho más importante en cuanto a negocio del sector, de ahí que sus fluctuaciones afecten mucho a la rentabilidad».
Esa rentabilidad viene alterada además por factores exógenos: la competencia de terceros países, las exigencias de la moda rápida y del comercio detallista, la destrucción de un tejido empresarial en Europa.
«Si tienes que comprar un producto químico, los dos únicos productores de bases para colorantes están hoy en China, y pueden subirte —como han hecho— los precios del orden de un 8-10%, sin que los puedas repercutir. Si hablamos de fibras, en viscosa todos los productores excepto Lenzing, o en fibras de alto rendimiento como Kevlar, todos están en Asia. Para discutir cualquier desarrollo tienes que desplazarte a ver a los proveedores, y nos pasamos más tiempo en Asia que en Europa. Y, si hablamos de otros desarrollos de naturaleza tecnológica, como software, 'cloud’ u otros, tenemos que irnos al otro extremo: a los EEUU.
»Nosotros en concreto trabajamos mucho en investigación dentro de España, con centros tecnológicos, universidades, empresas de otros sectores, pero al final en el desarrollo puramente textil dependemos mucho de esos grandes actores situados a gran distancia.
»No es un problema sólo de España sino de toda Europa. Antes teníamos en Sabadell o en Terrassa un microsistema de empresas que te permitía resolver e integrar todo el producto en un radio de dos kilómetros. Alrededor de una empresa grande había muchas pequeñas, y no era necesario que la grande lo asumiese todo por sí mismo. Pero igual ocurría en Prato, en Italia. Hoy tienes que irte a Turquía para encontrar un modelo parecido, y desde luego en Bangladesh puedes encontrarlo todo, desde el tejido hasta el lavado, y los botones y el hilo de coser: en una semana resuelves cualquier desarrollo y despejas cualquier problema. Pero eso en España no sucede ya».
Por tanto, las empresas textiles que siguen adelante aquí lo hacen sin viento a favor, sino de proa, luchando contra un entorno que es poco confortable.
Luego están otras circunstancias, comunes a todo el planeta pero que presionan sobre la rentabilidad que quienes tienen costes europeos.
«El consumidor sigue muy focalizado en el precio. El mercado nos ha enseñado a todos a comprar en unas condiciones ultraventajosas desde el punto de vista del consumidor... pero no desde la equidad ni la generación de empleo.
»La cadena textil va a sufrir, sin duda, el ajuste que ya está haciendo el 'retail’, a causa de su crisis de modelos de negocio. Los grandes detallistas tienen un dilema importante. Los que estaban sólo online han descubierto que necesitaban superficie física, y los que estaban en superficie han descubierto que les sobraban metros cuadrados, y al final veremos una evolución hacia sistemas mixtos, de tiendas físicas y venta online, pero en el que todos deberán reestructurarse. Estamos viendo un momento apasionante pero en el que mantenerse a flote será complicado. Y sin duda esto meterá presión sobre toda la cadena de suministro».
Le pregunto por la racionalidad del sistema actual de retail, basado en la «fast fashion». Y me responde que en algún momento habrá que replanteárselo.
«La moda ya no está entre los cuatro o cinco primeros inputs de compra del consumidor. Cuando miramos nuestro armario vemos que sólo utilizamos el 20%, y el resto son prendas que en el fondo quizá nos sobran.
»No tiene mucho sentido seguir produciendo las cantidades que producimos, a los precios a los que vendemos, para acabar saldando el producto con grandes descuentos, y reenviando los sobrantes a los vertederos de África, llenos de producto que ni siquiera se ha estrenado. Eso no tiene sentido, y lo que carece de sentido acaba cayendo por su propio peso, más tarde o más temprano. Pero el problema es que eso puede hacer caer a empresas que simplemente no estaban en el sitio justo ni en el momento oportuno. Y creo que, si Europa no tiene cuidado, esto no sólo hará sufrir al textil sino a otros sectores.
»De momento, lo que vemos es una enorme presión sobre el precio, que no beneficia en nada a Europa. Además, la revalorización del euro pone las cosas más difíciles. Hoy un euro vale cinco liras turcas, a veces más, a veces algo menos, pero es que hace cinco años valía 2,20. Esto los marroquíes lo han comprendido y su Gobierno ha puesto aranceles al producto turco para evitar que Turquía les destruya su industria textil. Europa parece no verlo, pero ese problema no es sólo textil: todas las producciones europeas están amenazadas por la competencia de importaciones turcas, y de otros países».
Hemos dicho antes que la conversación fue realista en lo que atañe al entorno, y positiva en lo que refiere a la actitud con la que Santanderina encara su propio proyecto de empresa. Que también tiene varias facetas, pero orientadas por una misma filosofía.
«El objetivo de Santanderina sigue siendo tener una empresa rentable que obtenga un margen adecuado para seguir invirtiendo, retribuyendo al accionista y generando una dinámica social adecuada, desde una responsabilidad acorde con los principios de la compañía».
Santanderina concede una importancia fundamental a la reputación. «Es lo único que nosotros no ponemos, sino que nos ponen los demás. Tú puedes negociar con un proveedor, con un banco, con otras empresas, pero no puedes negociar la reputación. Que, además, no se construye en un día sino con una trayectoria, haciendo bien las cosas y siendo exigente contigo mismo en cada momento».
Esos principios inspiran muchas de las últimas actuaciones de Santanderina, orientadas a lo que se ha dado en llamar «sostenibilidad». Aunque el calificativo de «últimas» o «recientes» debe matizarse, por cuanto la empresa lleva muchos años obrando en esa dirección. Y, en algunos sentidos, toda la industria.
«Reciclar es algo que se ha hecho siempre. Los recursos siempre han sido importantes. Pero hay épocas en que parecen abundantes y no nos damos cuenta de esa importancia. El agua ha sido un recurso vital siempre, pero cuando nosotros comenzamos a depurar los vertidos prácticamente nadie lo hacía. Tampoco el reciclaje es nuevo. Los calcetines blancos que fabricaban en Pradoluengo eran de algodón regenerado. Lo que pasa es que entonces elaboraban un subproducto de menor calidad y de bajo precio. En eso lo que hemos cambiado es la capacidad de crear algo diferente y de buena calidad a partir de materias recicladas».
Un enfoque positivo para crecer en ese entorno.
Y en este punto Juan Parés nos sorprende con una frase asombrosa: «Yo ya no creo en la sostenibilidad. Igual que dejé de creer en la calidad». ¿Por qué? Porque «parto de la base de que la sostenibilidad hay que darla por asumida: ya no podemos seguir trabajando en la industria de una manera que perjudique el planeta. Eso es algo que todos deberemos afrontar, y por ello la 'sostenibilidad’ ya no será un factor diferencial sino una obligación ante una necesidad».
Lo que sí que diferenciará a las empresas es la coherencia en el planteamiento, y la capacidad de entregar valor desde esos enfoques.
«Santanderina ya está mentalizada para trabajar constantemente en cómo reducir el consumo de agua, las emisiones de CO2, los desperdicios, y en ver cómo podemos reintegrarlos dentro de la cadena. Ya estamos orientados a utilizar materias primas sostenibles y aplicar procesos sostenibles. Conceptualmente lo que queremos es recuperar la configuración del planeta hace al menos doscientos años, cuando era un planeta más limpio de contaminación. Tenemos la visión del auténtico planeta azul».
Y, entonces, ¿dónde está el hecho diferencial? «En que, con ese material y esa nueva forma de integrar los procesos en un enfoque de sostenibilidad, seamos capaces de seguir añadiendo valor por el 'performance’ del producto, por la innovación y por la diferenciación en moda. Es decir, que sepamos hacer moda con esos materiales y que podamos sorprender con nuevas capacidades de esos tejidos, ya sea aportando refractancia a la luz, comportamiento a prueba de agua, nuevos sistema de encogimiento, o nuevas aplicaciones sobre la piel mediante nanotecnología».
Un ejemplo interesante es el de «Fiber Clean», lanzado por siete empresas entre las que figura Santanderina, para minimizar el impacto ecológico de los microfilamentos que se desprenden al lavar o secar una prenda. «Esos microfilamentos pasan al agua y acaban en el mar, y plantean un problema superior al de las bolsas de plástico que ahora están de actualidad, y digo que es mayor porque al final pasan a la cadena trófica».
Santanderina también trabaja en común con otras empresas en la elaboración de producto a partir de plásticos recuperados del mar, en el proyecto Seaqual 4u. Colabora con ONGs y con sistemas de gestión de residuos, desde Coopera o Cáritas para prendas de «post-consumo», hasta Ecoembes (en este caso de nuevo en la reintroducción de plásticos en la cadena textil).
Juan Parés reclama en este ámbito la aplicación de prácticas de trazabilidad y transparencia, porque «no basta con hacer cosas sino que debe conocerse el impacto que producen o, en su caso, el impacto medioambiental que evitan. En nuestro caso, por ejemplo, es necesario poder medir cuántas toneladas o kilos de desechos hemos sacado del mar por cada kilo de prendas que utilizan nuestro producto Seaqual».
Por otro lado, e insistiendo en la capacidad de poner en el mercado producto de valor, explica que es preciso determinar el grado de reciclabilidad admisible para entregar producto de calidad. «Es necesario conocer cómo funcionan los materiales y la calidad del artículo que ofreces. El plástico recuperado de los océanos tiene unas características muy pobres, porque el mar lo ataca y degrada. Hay que saber que una parte de ese plástico no es aprovechable, y que es mejor que vaya a compostaje. Hay que asegurar la calidad y el rendimiento de las prendas que fabricamos a partir del reciclaje. No deben ser subproductos».
Santanderina es en la actualidad un proveedor de servicio integral, que opera desde el desarrollo del hilado y el tejido hasta la fabricación de la prenda. Puede vender los productos básicos o intermedios, o hacerse cargo de la totalidad, en función del cliente. En materia de sostenibilidad, su ventaja mayor es que no tiene que aprender ahora ni adoptar una nueva actitud: hace muchos años que adoptó esta mentalidad, piensa en el planeta azul por convicción, y eso le lleva a no dudar en ningún momento.
Por otra parte, el grupo está permanentemente pensando en innovación. «Lo que intentamos es darle al cliente un producto que satisfaga sus necesidades, e intentar adelantarnos a lo que nos va a pedir pasado mañana. Lo hemos hecho siempre: cuando sacamos los primeros esmerilados, cuando comenzamos a trabajar con lyocell, tanto en moda como en textiles técnicos queremos anticiparnos e innovar».
Santanderina tiene un departamento de investigación pura, y colabora con diversos institutos, y nunca había tenido tantas intervenciones en congresos y seminarios como ahora. Muy llamativa ha sido su incursión en el ámbito del grafeno, en el que por primera vez ha conseguido integrarlo en un tejido, dentro del proyecto Grafentex. Todavía quedan por perfeccionar los temas de anclaje, pero Santanderina ha registrado la primera patente de desarrollo de textiles con grafeno, y eso es un claro exponente de innovación pionera.
No sólo innova en producto, sino en organización de procesos. Ahora mismo tiene en curso tres proyectos de industria 4.0, y pronto tendrá a toda la compañía con RFID, capaz de controlar todos los flujos internos, en orden a aumentar eficiencias, ahorrar tiempos, y facilitar programación y movilidad.
El grupo está en un momento vibrante de inversiones en campos prometedores, bajo la premisa de que ciertas cosas (como la sostenibilidad y la calidad) son simplemente asumidas en el ADN de la compañía, y que la competitividad debe buscarse en la diferenciación. Que todo ese cóctel sea efectivo es tarea del equipo humano de la empresa, así como de su capacidad de comunicar al mercado los progresos que se efectúan.
© TEXTIL EXPRES