En los últimos tiempos, el cliente internacional ha crecido más de un 20%, con correspondencia con el aumento de la presencia del sector en el exterior.
Fue el año pasado, 2015, la primera vez en que la Feria Internacional de la Moda Infantil y Juvenil, Fimi, organizada por Feria de Valencia pero celebrada desde hace algún tiempo en la Casa de Campo de Madrid (en esa ocasión en el Pabellón de Cristal, después de haber utilizado otros recintos), adelantó su convocatoria de verano al mes de junio.
Lo mismo hizo este año 2016, fijando las fechas del 24 al 26 de este mes, buscando de nuevo la proximidad de calendario con su certamen gemelo de Italia, el Pitti Bimbo de Florencia, su competidor más directo, en búsqueda de sinergias.
Fimi ocupó este año 20.000 metros cuadrados, para acoger a 300 marcas (el año pasado habían sido 315), de nueve países: Alemania, Argentina, España, Italia, Francia, Portugal, Perú, Reino Unido y Rusia.
Se trataba de la edición número 83 del certamen, incluida su larga historia valenciana; y era la sexta de las convocatorias madrileñas.
La oferta comprendía los sectores de moda infantil y juvenil (que constituía el espacio fundamental), calzado, complementos, regalos y decoración, artículos textiles, colchas y sábanas, baño, canastilla, cosmética e higiene, libros y cuentos, equipamiento comercial, joyería, juguetes, mobiliario, artículos para el bebé y seguridad.
Como en ediciones anteriores, el área See Me permitía singularizar a las marcas que apuestan por la innovación, las nuevas tendencias «minimal baby casual», el espacio donde lo funcional se fusiona con un toque hippie-chic. En la ocasión actual, este espacio creció un 53% y alcanzó las 28 marcas.
Por otra parte, en el sector New Fimi se agrupaba, como siempre, a los nuevos emprendedores, las empresas de reciente creación; por tanto, promesas del mañana. Incluyendo una vez más (la décima) al grupo de los nuditos, plataforma de lanzamiento de jóvenes promesas del diseño orientadas al mundo infantil.
El perfil del expositor era el de fabricantes, distribuidores mayoristas y exportadores-importadores; es decir, el abanico de proveedores del sector, tanto para el mercado nacional como para el internacional.
Inversamente, el del visitante correspondía a la amplia diversidad de una clientela cada vez más variada: tiendas independientes o agrupadas, mayoristas y grandes almacenes, gran distribución organizada que va estructurando cada vez más el panorama del negocio infantil, agentes comerciales y, con papel creciente por la internacionalización cada vez mayor del mercado, los importadores y exportadores en general.
En los últimos tiempos, la presencia de los compradores internacionales ha crecido en Fimi un 23%, lo cual es muy coherente con la evolución del mercado nacional de moda infantil: por primera vez en 2015 las exportaciones españolas del sector supusieron un 51% del volumen de negocio, y las ventas nacionales fueron un 49%. La patronal Asepri estima que en 2016 el crecimiento global del sector será del 4,2%, distribuido entre un 4,6% en las ventas internacionales y un 3,8% en las nacionales.
Por cierto que Asepri conmemoró el viernes día 25, en su stand de la propia Fimi, el cumplimiento de su 25 aniversario, es decir, un cuarto de siglo (si bien dijo en un comunicado que cumplía un cuarto de década, lapsus que todo el mundo le habrá perdonado).
El ambiente, los desfiles, una nueva definición de lo infantil.
El aire general del salón fue, una vez más, un ejercicio magistral de la sensibilidad y buen hacer de los organizadores. Deambular por el recinto era agradable y relajante, un vagar de ensueño, como Alicia por el país de las maravillas. Quizá nos repetimos en la evaluación de las últimas ediciones, pero es porque los responsables de la ambientación, más que repetirse en su excelente trabajo, lo mejoran cada vez.
En cuanto al público, es posible que en esta ocasión se haya retraído un poco. Las circunstancias no eran las mejores: las elecciones generales, las fiestas de San Juan, la coincidencia plena con el Pitti Bimbo (no era un simple solapamiento, sino una superposición total)…
Hubo en el Pabellón de Cristal madrileño un importante programa de desfiles. Se incluyeron niños discapacitados, idea muy loable porque, aparte de que desfilaron muy bien, es bueno que se descubran los unos a los otros mutuamente y ganen familiaridad.
Si analizamos el contenido de pasarela, que comprendió 18 salidas, hubo seis que se ajustaron a lo que solíamos entender hasta ahora como moda infantil. Las otras hicieron su recorrido por un mundo difícilmente calificable como de niños. La colección de Nieves Álvarez para la firma Villalobos, que estuvo bien en baño, en calle se distanció mucho del espíritu propiamente infantil (aunque la diseñadora se vio rodeada de mucha gente guapa, que es otra cosa muy distinta). El resto de las marcas se volcaron en ceremonia, y no una ceremonia cualquiera: casi del baúl de los recuerdos.
Algunas de las firmas participantes en la feria opinaban que el certamen está derivando expresamente hacia una exposición de vestir de ceremonia, especialidad que ha proliferado en diversos lugares y países, lo cual es perjudicial para la imagen de la feria en cuanto tal, porque ¿dónde está el vestir infantil propiamente dicho? La culpa de esa deformación es de los propios expositores, al derivar hacia ese tipo de colecciones que pueden conducir a una visión equivocada de lo que siempre ha sido Fimi.
A menos que se crea que es el mercado mismo el que está derivando así, y que hay que seguirlo en esa dirección.
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[Publicado en TEXTIL EXPRES - REVISTA 226 - Septiembre 2016 ].
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