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Este mes de septiembre, los salones de materias tuvieron que combatir el desafío del calor.

Poco antes de las nueve de la mañana aterrizábamos en el aeropuerto Charles de Gaulle de París, y el comandante nos advertía que la temperatura era de 23 grados. Esto sucedía el martes 13 de septiembre. A la mayoría de ustedes no hará falta que les diga que, en esas fechas, semejante temperatura en el comienzo de la mañana es absolutamente infrecuente por aquellas latitudes. A lo largo del día superamos con creces los 30 grados. Y esto tampoco es habitual. Digamos, como contrapunto, que también en España anduvimos así poco antes, rozando los 40 grados en Bilbao (inaudito).

Si ha habido un protagonista inesperado en los salones de materias (fibras, hilados, tejidos), fornituras y subcontratación de manufactura de indumentaria, celebrados en septiembre en París, este ha sido el calor. No hablamos del «clima de los negocios», por tanto no es una metáfora, sino un uso directo y claro del lenguaje: altas temperaturas, de esas que hacen sudar y que enrojecen las mejillas por el sofoco.

A media tarde, esperar por el autobús lanzadera que unía el recinto ferial de París Norte, donde tenía lugar Première Vision, con el de La Villette, donde se celebraba su filial The Sourcing Connection, era como aguardar en un exterior romano en pleno ferragosto, buscando la sombra y donde corriese un poco el aire, que, no obstante, era un aire caliente.

El traslado en un pequeño autobús, con sistema de ventilación pero sin refrigeración, fue un sesteo por sopor en un recinto caldeado. En la sala de conferencias de TSC, los ponentes tenían un ventilador a su lado, pero los oyentes no cesaban de abanicarse. En la nave había un boquete lateral por el que una manga insuflaba aire fresco, claramente impotente ante la fuerza del calor.

En el propio París Norte, donde se despliega la constelación PV, la primera jornada el calor fue intenso, síntoma de que las elevadas temperaturas constituyen una novedad sorprendente, y que a alguien pillaron desprevenido. El recinto necesitó toda esa jornada para refrescarse, después de que las jornadas anteriores, para inmerecida penitencia de los instaladores de los stands, todavía hubiese hecho más calor, de forma que el recinto estaba recalentado.

Quien esto escribe cambió hace años el estilo formal por la comodidad, así que más de uno que me vio con un polo de manga corta me envidió: este ha sido el PV, probablemente, con más chaquetas en la perchas o en las sillas.

En esa jornada, Texworld le ganó a PV la partida de la climatización, pero es que ya había padecido la experiencia un día antes, puesto que su calendario se avanza en un día. En las naves del recinto ferial de Le Bourget se estaba fresco, en algunos lugares hasta demasiado, del mismo modo que había ocurrido, una semana antes, en los salones de la indumentaria en el recinto de Puerta de Versalles (Who's Next). También los autobuses que enlazaban Le Bourget con París Norte (está vetado decir que conectaban Texworld con Première Vision: PV dejó hace años bien claro que no consiente el uso de su nombra-marca por una feria competidora, ni tan siquiera en el letrero del autobús) tenían un buen sistema de aire acondicionado.

Pero, bueno, al segundo día PV ya estaba fresco, y todo el mundo lo agradeció. Siempre se hacen mejores negocios cuando el calor no agobia. Y, en principio, no vimos a nadie entristecido o pesaroso, de manera que muy mal no les habrá ido, o eso parece. Aunque el problema de mayor enjundia para los resultados de los salones fue otro (ver una nota separada en este número de TEXTIL EXPRÉS): el desafío de las garantías de seguridad, en un país que se ha convertido, temporalmente, en diana del terror islamista.

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[Publicado en TEXTIL EXPRES REVISTA 227 - Octubre 2016 ].

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