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Modtissimo congregó a un sector que ha superado la crisis pero tiene nuevos retos de futuro.

TEXTILEXPRES-REVISTA-236

Bajando por el Océano Atlántico a lo largo de su costa occidental africana, y en el sentido convencional de bajar por el mapa, es decir, «hacia el Sur» más abajo de Gibraltar, el Cabo Bojador era (y sigue siendo) un accidente costero en el litoral de lo que fue el Sahara español, no excesivamente relevante pero que, al penetrar en el mar, crea unos peligrosos bajíos con fuerte oleaje, por lo que, hasta la expedición del portugués Gil Eanes en 1434, recibía el nombre de «Cabo del Miedo»; también debido a que, basándose en teorías aristotélicas, se creía que el mar ecuatorial podría ser hirviente, y los vientos cálidos y calimas en torno a Bojador apuntaban a la veracidad de la teoría. Gil Eanes navegó mar adentro para evitar los fondos peligrosos y, sin que las naves se escaldasen, cruzó el límite del miedo. Rebasado el cabo, la navegación fue ganando amplitud oceánica en el Golfo de Guinea, es decir, en el África ecuatorial. Para un pueblo navegante, como el portugués, y en realidad para toda la historia de las rutas comerciales, doblar el Cabo Bojador supuso ensanchar el camino de los mares, la llamada en su día ruta de las Especias y, como ellos mismos bautizaron entonces, de la Buena Esperanza.

Paulo Melo, presidente de la Asociación Textil y del Vestuario de Portugal, ATP, publicó un Editorial en el catálogo de la edición número 51 del certamen Modtissimo, de Oporto, que se celebraría los días 21 y 22 de febrero de 2018, que titulaba «Doblado el Cabo Bojador», haciendo alusión a la anterior edición número 50 celebrada en octubre del año 2017 y con la cual, a su juicio, ya había sido rebasado el carácter legendario de efemérides que acabamos de glosar en el párrafo precedente, y superado el accidente geográfico que tenía un carácter mítico para la navegación.

La convocatoria de 2018, que se acababa de anunciar entonces y se celebraría enseguida, representaba, pues, la primera ubicada mentalmente más allá del Cabo Bojador, la que cumpliría la promesa de la Buena Esperanza y la que abriría un horizonte de éxito (en este caso no para los navegantes en general pero sí para el textil portugués) con nuevas formas de comunicación, de producción y de promoción.

Su vertiente más reconocible como tal evento es, por supuesto, la de convocatoria ferial, en un escenario tan identificable y a la vez único como el aeropuerto de Oporto, que tiene él mismo una evocación de aventura.

En este encuentro de febrero de 2018, ya celebrado, la sección de tejidos y accesorios reuniría a 99 expositores, la mitad de ellos portugueses, los verdaderos exploradores de mercados en el sentido de la leyenda mencionada, trasladados a nuestros días, con un protagonista tan relevante en este caso como Tessimax (lanero, de ciclo de producción completo, con 1.000 empleados en Covilhã y exportador básico), o Somelos (algodonero de Guimarães con tejidos para camisería de producción muy selectiva), o Riopele (uno de los más antiguos en hacer, en Saramagos, tejidos para confección); pero también 29 italianos y 16 españoles (entre ellos Adornos Textiles Ibéricos, Diverchildren, División Textil, Dogi, Encajes Laquidain, Grupo Dimas, Industrias Murtra, Sidogras, Textil Girona, Textil Juan Moragas…), y algunos otros extranjeros, fácilmente reconocibles.

La oferta de confección era sólo de firmas portuguesas, totalizando también cerca de un centenar; tenía 55 fabricantes de prendas para adultos (destacando el líder de la exportación confeccionista lusitana, Dielmar, con 400 empleados en sastrería, y ventas en todo el mundo); y 19 de confección y accesorios para niños; más siete nuevos talentos, y los expositores de servicios. En total había 220 firmas.

Desde la óptica estrictamente ferial, en términos generales había más actividad en el sector de tejidos, donde algunos stands estaban trabajando intensamente, que en el de confección.

Esta era la visión compartida por el propio presidente Paulo Melo y por el director general de su corporación, curiosamente tocayo, Paulo Vaz, ambos comprometidos, en este período de su trayectoria corporativa, con el empeño de imprimir velocidad a un sector que ha logrado superar la crisis pero que ha de construir el futuro, el horizonte más allá del 2020, que es el nuevo reto. Doblado el Cabo Bojador, la verdadera navegación espera.

Ahora, en muchos casos con los españoles como aliados de aventura, puesto que España es en estos momentos una activísima promotora, a nivel del mercado, de la capacidad de fabricación instalada entre el Duero y el Miño.

O, leído a la inversa, Portugal está alimentando un negocio español de amplitud mundial, con gestión hispana y objetivos complementarios; una colaboración basada sobre todo en la entente conseguida por un puñado de talentos puestos a pensar en común.

Sin embargo, el hecho de que España signifique para Portugal más de un tercio del mercado, y lo maneje de una forma controlada, no quiere decir que los empresarios portugueses tengan sólo una función pasiva. El negocio tiene casi dos tercios más.

Para las empresas portuguesas ha llegado, por otra parte, un momento de renovación. Hay nuevos empresarios, bien formados, pero sin cantera, que han de aprender a resolver problemas (en primer lugar de su propia organización). Es una etapa muy interesante para el nuevo empresariado del país, que no sólo ha de satisfacer la demanda de un producto barato (el precio no es el único factor de competitividad, aunque es esencial) sino contribuir a pensar el producto mismo, casi desde el diseño.

Compitiendo con rivales de alto interés, como Turquía o Marruecos, los más afines en cuanto a circunstancias concretas de producto y de organización.

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Publicado en TEXTIL EXPRES - Revista Número 236

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