Un criterio de responsabilidad, para un cliente que ya ha dejado de ser el rey.
Hay cosas que sorprenden. Las cadenas de tiendas, que antes se esforzaban por ponerle todo fácil al consumidor, cada vez le van a exigir más bajo el pretexto de la responsabilidad. Zara ya ha comenzado, en cosas sencillas de normativa práctica. Va más allá del «compromiso ecológico», por el que el usuario está pagando por la bolsas en que le entregan la ropa (incluso si es de papel y, por tanto, de baja huella medioambiental); o del cobro por la logística inversa de las devoluciones de compras online.
Como decimos, va más allá. En el sector solía decirse, casi despectivamente, que Zara no tenía vendedoras/vendedores sino «recogedoras» de ropa. En buena medida su misión era, y todavía es, recuperar prendas de distintos lugares de la tienda y volver a colgarlas en perchas o, en su caso, doblarlas y ponerlas en estantes. Son piezas que los consumidores han descolgado, se han probado a veces allí mismo (sin ir al probador) mirándose en los espejos de la tienda, y las han dejado sobre los anaqueles o los burros.
Desde el verano se viene observando ocasionalmente una conducta de los empleados que ha resultado sorprendente para los consumidores y ha merecido algún comentario (elogioso) en medios. En efecto, están recordando a los clientes que deben devolver la ropa que se han probado, bien colocada en sus perchas. De momento la cosa solo afecta a la que se ha llevado a probador. Y tampoco es una exigencia tan grande ¿verdad?
Muchos consumidores ya lo hacían espontáneamente. Otros, no. La novedad consiste en que, mediante un amable recordatorio, los empleados hacen ver que, contrariamente a lo que ocurría en el pasado, el cliente ya no es rey. O no como antes.
¿Le dirán también que no puede probarse un jersey o una blusa junto al estante, sino que deben ir al probador y devolverlo correctamente plegado o en percha?
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