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Alto y claro: Techtextil ya no es el sitio en el que estar, sino una plataforma esencial para mover el negocio de textiles técnicos.

«Vente a cenar con nosotros», me dice una periodista francesa. Y yo me apunto y me veo compartiendo mesa con cuatro damas y dos caballeros, la mayoría anglosajones (un estadounidense y tres británicos), de diversos ámbitos: periodistas, consultores, una directora de institución de la moda…

El norteamericano señala al caballero de cabello blanco y chaqueta a finas rayas verticales tutticolori (rosa, azul, blanco), y proclama que, sin él, Techtextil no existiría. Averiguo que es británico, de Manchester, y no tiene nada que ver con Messe Frankfurt, por lo que aparco en «stand-by» esa audaz declaración. Ayer estuve, además, en una larga charla con el director de Techtextil, Michael Janecke, evocando los tiempos en que, procedente de la industria textil, él mismo desembarcó en la Feria de Fráncfort y pilotó el despegue de su feria de textiles técnicos. Sin embargo, al despedirnos me extiende su tarjeta y doy un respingo.

—¡No puede ser! ¿Usted es David Rigby, de Rigby & Associates?

—¡Sí, yo mismo!

—Pues entonces sí que es cierto. Usted contribuyó a poner los textiles técnicos en el mapa.

Y es que recuerdo que en las primeras ediciones de Techtextil las notas de prensa se acompañaban de menciones a un informe de Rigby, que era el primero en ofrecer una estimación del volumen de negocio que representaba esa industria. David me explica que no lo redactó personalmente, sino un equipo. ¡Por supuesto! De hecho escribieron varios tomos que pasaron a constituir poco menos que la biblia del sector. Y es que, antes de Rigby (y antes de Techtextil), los textiles de uso técnico existían, pero nadie les había puesto un perfil ni cuantificado su peso económico. Prácticamente no eran un sector con personalidad propia.

Rigby estableció una metodología inversa a la habitual. Lo normal en estadística textil era controlar la producción, la venta y el comercio internacional de hilados, de tejidos, siempre desde un punto de vista vertical hacia abajo: se fabrica tanto, se vende tanto. Pero el método no valía para los textiles técnicos, puesto que la industria no distinguía, en su propia fabricación, entre los diferentes usos de sus hilados y tejidos. Rigby apeló al mercado. Segmentó las aplicaciones y averiguó los consumos de textiles en cada aplicación, y desde ahí tiró hacia atrás: si en grandes obras públicas se consume tanto geotextil, es que se fabrican equis metros de geotextiles, con tal valor económico.

Sí, señores, Rigby no creó el sector de textiles técnicos, pero le dio un perímetro, un perfil, un tamaño y un valor. Antes, los textiles técnicos existían pero no tenían rostro como industria.

 

Del mismo modo, la feria Techtextil de Fráncfort le dio a los textiles técnicos una plataforma de exhibición (un escaparate) y una conciencia de sector.

No es el único caso. Las ferias han contribuido a vertebrar muchas industrias, desde los textiles de hogar hasta la moda infantil, por no hablar de sectores ajenos al textil. Con Janecke recordamos el nacimiento de los pictogramas que identifican cada especialidad y de las denominaciones subsectoriales. Hoy todos hablamos de Geotech, Agrotech, Mobiltech, pero eso son nombres inventados por MesseFrankfurt para los subsectores identificados conjuntamente por Rigby y Techtextil. Además, la feria de Fráncfort inventó en efecto unos dibujos o símbolos subsectoriales (como esos signos que universalmente identifican deportes olímpicos o servicios comunitarios —desde los lavabos del aeropuerto hasta las paradas de taxi o las estaciones de ferrocarril—), los célebres pictogramas, que hoy muchos utilizan «free of charge», es decir, sin abonar un céntimo de royalties a la Feria (aunque existe una patente de copyright, pero Techtextil no la ejerce).

Esa excursión por los orígenes, motivada por un par de conversaciones durante la última Techtextil, celebrada en mayo en Fráncfort, no es meramente un ejercicio de nostalgia. Únicamente aporta una evocación de los tiempos revolucionarios en que todo estaba por construir, y en que, por lo que atañe a la feria, constituía ante todo una manifestación voluntarista, de ofrecer una plataforma a fabricantes que, ellos mismos, mostraban cierto escepticismo con respecto a una plataforma ferial dedicada a textiles de uso técnico.

Acudían a ver qué pasaba, preferían estar en salones de sectores clientes (construcción, automoción, sector sanitario, hostelería), y en ese Techtextil que reunía a tantos expositores de temas afines, muchos preferían no mostrar novedades sino reducir el stand a niveles de minimalismo excesivo, a fin de que la competencia no viese sus secretos ni sus capacidades.

Nada que ver con la actualidad. Ni en la oferta ni en la demanda. Todo ha cambiado enormemente, a mejor. La actitud no es de «estar», sino de mover negocio, intercambiar ideas para nuevos desarrollos, y hacer crecer la industria y el mercado. Y los compradores acuden, y el negocio realmente se mueve.

Ya hace tiempo que Techtextil es una feria densa en contenido y muy representativa de la potencia del sector, pero en esta última ocasión (mayo de 2019) ha quedado más patente que nunca. Y con una excelente respuesta, además, del mercado, gracias a que ha logrado erigirse, de verdad, en la referencia mundial del ramo.

 

TEXTIL EXPRES REVISTA 243

 

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