A la izda., Olga Fernández y, a la derecha, Germán Martínez (Textil Exprés).
En el medio, junto a Pertegaz (con gafas), Pedro de León,
también fallecido, que presidió la Cámara de la Moda.
Falleció Manuel Pertegaz, el último superviviente en activo de la Alta Costura histórica.
En los años 60 del pasado siglo, en los círculos de la Cooperativa de la Alta Costura, entonces muy operativos en el panorama nacional, se definió a los protagonistas principales del momento como «los cinco grandes de la costura española». Eran Manuel Pertegaz, Pedro Rodríguez, Asunción Bastida, Santa Eulalia y El Dique Flotante; los dos últimos, con la identidad personal diluida en razones sociales. Otro grande, anterior a todos ellos, había sido Balenciaga, pero desde mucho tiempo atrás, antes de que existiera la Cooperativa, su escenario era París.
De los cinco principales de los años 60, sólo Pertegaz mantenía actualmente (medio siglo después) una presencia activa en la órbita profesional, aunque fuera muy mitigada por los rigores de la edad, 96 años, y en cierto modo circunscrita a la supervisión de licencias, con el soporte fundamental de un pequeño equipo, en particular su pariente y colaboradora Sionín y su secretaria Belén.
Al amanecer del sábado 30 de agosto, una neumonía marcó el punto final. El óbito del modisto se produjo cuando reposaba en su domicilio barcelonés, aunque sería enterrado al día siguiente en el pequeño cementerio de Sant Pere de Riu, en la localidad de Tordera; un paisaje del litoral barcelonés que le resultaba muy entrañable, donde tenía una masía.
Setenta años de vida profesional: la pasión de vestir a la mujer.Manuel Pertegaz Ibáñez nació en la localidad turolense de Olba en 1918 (aunque en algunas notas biográficas se cita el año 1917), y su familia se trasladó a vivir a Barcelona cuando él tenía apenas 9 años. Fue en la capital catalana donde, al cumplir los 13, entró a trabajar en la sastrería de Angulo, en la calle del Carmen, que justo entonces acababa de abrir una sección de mujer. Allí fue donde aprendió a coser y donde se despertaría en él la pasión por la moda femenina, de tal modo que a comienzos de los 40, en plena posguerra, abrió su primera casa de alta costura en un entresuelo de la Avenida Diagonal. Tenía 25 años. En 1948 se instaló en Madrid, en la esquina de Hermosilla con Velázquez (más adelante se ubicaría en la Castellana), y viajó por primera vez a París. Considerado desde el principio como un valor revelación, en el marco de la Cooperativa de la Alta Costura Española, que había sido constituida tras la guerra civil y estaría operativa durante más de 50 años, su protagonismo, en permanente alternancia con el de Pedro Rodríguez, sería inmediato y constante.
Respecto a su propio trabajo, Pertegaz creía que su estilo definía a un tipo de mujer elegante y sofisticada, y se consideraba a sí mismo un perfeccionista. Creía que era el vestido el que debía adaptarse al cuerpo de la mujer, y nunca a la inversa.
Hubo una mujer en especial, Bibis Salisachs de Samaranch, su amiga y confidente, a la que consideró su musa y fuente de inspiración desde que la vistió de novia en 1955 para casarse con Juan Antonio Samaranch y hasta que falleció en el año 2000.
El período de expansión, la repercusión internacional. En 1954, a los 36 años, marchó a los Estados Unidos junto con Valentino, Pierre Cardin, Pierre Balmain y las hermanas Fontana, y presentó su colección en Nueva York, Boston, Atlanta y Filadelfia. Era la época en la que el mercado de consumo norteamericano descubría el encanto de la moda europea. Pertegaz recibió pedidos de los principales grandes almacenes (fue el primer español cuyas creaciones se pusieron a la venta en la Quinta Avenida), y la Universidad de Harvard le otorgó el Oscar de la Costura.
En 1957 falleció de un ataque al corazón Christian Dior, y en París se manejó el nombre de Pertegaz como posible sucesor, pero declinó el ofrecimiento. Empezaron sus exportaciones a Inglaterra, Suiza y Canadá, y sus presentaciones en El Cairo (donde en 1958 recibió la Medalla de la Ciudad), Venecia, Londres, Santiago de Chile y Copenhague.
En 1967 presentó de nuevo su colección en la ciudad de Nueva York, y en 1970 lo hizo en la Gala de España celebrada en San Antonio de Texas, con Joan Crawford como invitada de honor.
En los años siguientes recibió la Medalla de Oro de la Ciudad de Berlín y la de Boston. En los 80 aún viajaría al Japón, invitado por la Cámara de la Moda, y a Méjico para la inauguración de un nuevo Palacio de Hierro. Y en 1998 cerró el desfile que con motivo del Día de España se celebró en la Expo de Lisboa.
Y entre tanto, consolidaba su dominio español. En 1969 trasladó sus estudios de la Castellana a un palacete en El Viso, en las afueras de Madrid. Tres años después inauguró la primera de las cinco boutiques de prêt-à-porter que llegó a tener en España (fue uno de los primeros modistos de nuestro país que comprendió el fenómeno de la costura en serie, que revolucionaría el mercado de la moda). En ese período llegó a haber 700 personas trabajando para Pertegaz en sus talleres de Madrid y Barcelona. Desde 1965 desarrollaba también la línea de perfumería, en colaboración con la casa Puig.
Para la inauguración de los Juegos Olímpicos de Barcelona en 1992, vistió a la «top model» Pat Cleveland como Dama del Paraguas.
En 1973 había recibido la Cruz de Caballero de San Jorge, en Teruel. En 1993 le fue concedida la Medalla de Oro de la Universidad Complutense de Madrid, y en 1994 la del Fomento de Artes Decorativas de Barcelona. Otras distinciones que seguirían fueron la Medalla de Oro al Mérito Artístico del Ayuntamiento de Barcelona, la Medalla de Oro Antonio Gaudí, y la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, que le entregarían los Reyes. Entre otras distinciones, se le nombra hijo predilecto de Olba. En 2001 se edita el libro «Pertegaz, Universo de la Moda». Y se celebra la retrospectiva de su obra, en Madrid y en Barcelona.
A partir de los años 90 creó líneas de gafas de sol, bolsos y complementos diversos, haciendo también incursiones en la moda masculina.
Entre tanto había ido liquidando, como prácticamente todas las firmas de costura, la estructura empresarial directa, para quedarse con un nombre y un gabinete de creación. Y, en su caso, con una red de licencias gestionadas por una compañía creada al efecto, bajo la dirección de Juan María Roger.
En 2004, Pertegaz diseñó el vestido de novia para la nueva princesa de Asturias, Letizia, hoy reina de España. Y en el 2009, el Ministerio de Cultura le concedió al modisto el primer Premio Nacional de Diseño de Moda, de la serie de galardones que acababa de crear.
La última figura de la alta costura formalmente catalogada, ¿pero el último modisto? Formalmente extinguida en las postrimerías del siglo XX, sin relevo formal ninguno, la Cooperativa Española de la Alta Costura, no existe ahora en el país ningún organismo, ninguna institución, que se atribuya las competencias de homologar las características de esta categoría profesional, de declarar quién es modisto y quién no.
Los creadores de vestidos nupciales o de ceremonia muy singulares, en general para personalidades de relevancia social en actos únicos, suelen recibir en el mundo profesional altas cualificaciones, pero ese tipo de trabajo tan especializado, aunque sea de gran excelencia, no basta para definir a un modisto (que es el que crea «costura» o «alta moda» de una manera general).
Ahora, con ocasión del fallecimiento de Pertegaz, otro veterano superviviente del oficio, Elio Berhanyer, que era relativamente joven en la cronología de la Cooperativa y que ha tenido momentos de gloria intercalados con contratiempos empresariales, se postula a sí mismo como el continuador de la lista de consagrados, posiblemente el último de los modistos reconocidos (hipótesis con mucha lógica).
[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 214 — septiembre 2014 ].