El distrito italiano de Biella no ha sido inmune a la crisis. Verticalización y saber hacer son sus armas de futuro.
El salón de hilados Filo se celebra en edificio señorial de Milán, que es la capital de la región italiana de la Lombardía. Una docena de sus expositores proceden del Piamonte, región limítrofe cuya capital es Turín. El nombre de la misma alude al hecho de que, en efecto, está a los pies de las montañas. La región comprende la cabecera del río Po, ese río poderoso que recorre de Occidente a Oriente el norte de la península italiana, formando un amplísimo valle de extensa planicie a ambas riberas. También mayoritariamente llana es la parte alta, lo que incluye buena parte del Piamonte, pero en sus bordes se alza la cordillera alpina, que se yergue de sur a norte arrancando en el Mediterráneo, para torcer luego al este y bordear con Suiza. Más del 40% del territorio piamontés es montañoso, culminando en los macizos del Monte Rosa (segunda altura de Europa, en los confines con la región italiana autónoma de Aosta), del Gran Paradiso y Monviso, del que mana el propio río Po.
Un tercio del empleo del Piamonte lo genera la industria, liderada históricamente por el textil y, en tiempos más recientes, por el automóvil, aunque este último también ha cedido peso para dejar espacio a los sectores aeroespacial, de informática y telecomunicaciones, y alimentario. Italia no ha escapado a los rigores de la recesión económica que todavía se arrastra por Europa, y su industria ha conocido una contracción, particularmente sentida en el sector textil, en este caso agravada por el impacto de la globalización, que ha aumentado la competencia internacional de producto de inferior coste. Aun así, constituye una de las fortalezas económicas del país.
La región está poblada por 4,5 millones de habitantes y genera un PIB valorado en 124.000 millones de euros. Es la primera región del país en inscripción de patentes de alta tecnología, en inversión privada en I+D y, muy concretamente, en gasto en innovación en el sector fabril.
Efectivamente, el textil está en los orígenes de la industrialización de la zona, y desde época temprana. Con 4.500 empresas, el sector constituye el 10% del sistema industrial de la zona, y genera el 8% de las exportaciones de la misma, por valor de más de 3.000 millones de euros en 2012.
Dentro del Plan de Internacionalización de la Región del Piamonte y de la unión de cámaras de la misma, la Agencia Piamontesa gestiona el programa «Piemonte Textile Excellence», que proporciona un canal preferente de desarrollo de negocios a clientes potenciales, con empresas de primer nivel productoras de hilos, tejidos, prendas, textiles técnicos y maquinaria textil.
Dentro del Piamonte sobresale en particular el distrito industrial de la provincia de Biella, principal centro de producción lanera y de tejidos finos en cashmere, alpaca y mohair, uno de los más destacados del mundo. Como provincia es de constitución reciente, de 1992. Como «distrito industrial», lo es formalmente desde 1977, en que fue definido por ley.
La historia de Biella en la industria textil lanera viene de mucho antes de la revolución industrial, y nace de la convergencia de tres elementos: una cabaña de ovejas que producían lana (la provincia no es muy agradecida para la agricultura, con terrenos en su mayoría montañosos o poblados de colinas, y muy poca superficie llana y arable, por hallarse justo en las estribaciones alpinas, donde muere la llanura del Po), la abundancia de agua, y los bosques de castaños. El agua sirve por un lado para limpiar la lana, y por otro, ya que se trata de torrentes con desnivel, para producir energía mecánica, lo que sí que fue determinante para el despegue industrial del XIX. Destaca en particular el torrente del Cervo, que discurre junto a la ciudad. En cuanto a los castaños, contienen tanino, un eficaz antiparásitos, idóneo para instalaciones de almacenaje y manipulación de lana.
La manufactura lanera de Biella cobró fama por su habilidad en producir tejidos de calidad, elaborados y bellos. Pero el despegue industrial tiene una fecha concreta, 1817, cuando Pietro Sella, perteneciente a una familia ilustre en la ciudad, y que había conocido los primeros pasos de la revolución de la industria textil en Gran Bretaña, importó maquinaria de Bélgica, casi de contrabando, y la instaló en una fábrica en Valle Mosso. Más tarde, al renovarla, vendió de segunda mano el utillaje a antiguos operarios, que contribuyeron así a crear un entramado empresarial. Como curiosidad, la familia Sella ha dejado huella en Italia por sus distintos miembros. Un senador y un ministro de Finanzas en el XIX, y el fundador de la Banca Sella, que continúa siendo uno de los principales bancos privados del país.
La industria textil de Biella ha sido particularmente potente, y cuenta con nombres famosos como Cerrutti o Zegna. Como antes se ha dicho, no ha sido inmune a la recesión. Puede verse en los establecimientos históricos abandonados al pie de los torrentes. Sus industriales han sido por otra parte sinceros con los medios informativos que han cursado una visita organizada a la zona: hace veinte años, Biella era una ciudad de extraordinaria actividad y un verdadero distrito industrial, en el sentido de que existían numerosas pequeñas empresas especializadas (por ejemplo, en peinado de cashmere) que aportaban recursos técnicos enriquecedores para la creatividad; los gigantes del sector hallaban en esta red de pequeños proveedores un apoyo técnico precioso. «Perdieron dinero uno, dos, tres años, y luego cerraron, así que ya no existen». La región en su conjunto ha conocido un declive que se traduce en cosas tan curiosas como la reciente adquisición de una lujosa villa art déco de 1.500 m2 en el centro de la ciudad por sólo 430.000 euros, operación que ha sido muy comentada en la ciudad como síntoma de la depreciación de algunos activos.
Sin embargo, la industria textil biellesa ha reaccionado ante la adversidad de los tiempos haciendo valer sus atributos. En primer lugar, la experiencia en la manufactura de lana de calidad, que sigue siendo reconocida en todo el mundo. Por otro lado, las ventajas de la integración vertical. Si bien es cierto que han desaparecido, como acaba de decirse, muchos pequeños especialistas, en cambio se ha puesto de manifiesto el vigor de las empresas que integran la totalidad del proceso, y que así garantizan, por otro lado, un cien por ciento de «made in Italy» en su producción. Lo que es compatible, en cualquier caso, con experiencias de deslocalización parcial, como puede verse en la exposición de casos empresariales que se adjunta.
La ministra de Actividades Productivas de la Región de Piamonte, Giuseppina de Santis, ha dicho al respecto que la región tiene la suerte de «contar todavía con una cadena textil sólida e íntegra, que parte de los hilados, pasa por los tejidos y llega a las prendas acabadas, de absoluta calidad, así como un patrimonio de saber hacer manufacturero de excelencia, enriquecido de generación en generación».
[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 216 — diciembre 2014 ].