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Dimas Gimeno.

En algún momento de las aproximadamente ocho décadas de historia que El Corte Inglés lleva acumuladas, alguien pensó que el punto del año más adecuado para hacer los cierres contables era el 28 de febrero. Una ojeada a las prácticas de otras firmas comercializadoras de ropa demuestra que son varias, en España o en otras latitudes, las que han elegido esa fecha para sus balances, lo que sin duda significa que se adecúa al ritmo comercial de su sector.

No es tan frecuente el caso de las que han elegido como tope para presentar esa documentación a la Junta de accionistas, o a los medios de comunicación, como hace El Corte Inglés, el último domingo de agosto, es decir, a tanta distancia del cierre de balance, y tras el sopor de todo un verano, con temperaturas de Madrid.

En el caso de El Corte Inglés el debate hasta ahora no era problemático, porque se trataba, tanto para el Consejo de Administración como para la Junta de accionistas (sin cotización bursátil), de colectivos pequeños, coherentes y con debate cerrado. Prácticamente un diálogo entre presidente y consejeros. Con muy pocas novedades en el esquema operativo.

En cuanto a personas, el último relevo importante había tenido lugar en 1989, con el fallecimiento del presidente histórico, Ramón Areces, que lo era desde 1936, reemplazado por su sobrino Isidoro Álvarez, sin cambios apreciables en el modelo de gestión.

El entorno económico sí que había cambiado en el pasado reciente, y se reflejaba en datos como estos (para 2013): cifra de negocios descendente por sexto año consecutivo (14.291 millones); beneficios, con comportamiento positivo por primera vez en seis años (175 millones); inversiones y plantilla, descendentes. Los fondos propios alcanzaron 8.893 millones de euros (leve mejora interanual), hablando en todo caso de 2013.

Desde los comienzos de la compañía, el presidente de El Corte Inglés era siempre, además, director general. En la reunión de Consejo de agosto de 2013, Isidoro Álvarez anunció el nombramiento de su sobrino Dimas Gimeno Álvarez, de 39 años, empleado vitalicio en la compañía con diversas funciones, como director general (cargo que nunca había existido). Por otra parte, un año después, Isidoro Álvarez hizo personalmente el reclutamiento de Manuel Pizarro como técnico externo, asesor personal adjunto a la presidencia, creando una especie de dualidad en el mando que parecía requerir una aclaración en el organigrama.

 

Pero de pronto Isidoro Álvarez, hace un año, se fue. Todo esto sucedió con cierta rapidez, y los cambios y sus consecuencias prácticas estaban siendo asimilados cuando se produjeron circunstancias inesperadas: en la última Junta (2014) Isidoro Álvarez, siempre parco en gestos y palabras, parecía estar más cansado y triste de lo habitual, y el 8 de septiembre de 2014 tuvo que ingresar de urgencias en el Hospital Universitario Puerta de Hierro, de Majadahonda, aquejado de lo que parecía ser una crisis respiratoria y, aunque pareció evolucionar favorablemente, una crisis cardíaca inesperada acabó con su vida al mediodía del 14 de septiembre.

El Consejo de la compañía, reunido el 16 de septiembre, eligió por unanimidad como nuevo presidente ejecutivo al que desde un año antes era director general, Dimas Gimeno Álvarez, de 39 años (único joven en un Consejo cuyos miembros rondan, todos, la septentena).

Isidoro, en los últimos tiempos, había trabajado en crear formatos comerciales distintos, multiplicar la cobertura territorial, desmontar la estructura industrial paralela (que había llegado a ser una carga) y poner en marcha una transformación financiera del grupo. Era, por decirlo así, el teatro de operaciones en el que empezaba a actuar el nuevo presidente. El escenario de salida para el cierre de balances que tendría lugar en febrero de 2015, con la correspondiente presentación pública de datos el último domingo del agosto recién transcurrido.

Pero, al irse, Isidoro reveló algo que, para muchos, era desconocido o sólo vagamente intuido. En general se le había considerado siempre como «el gran soltero». Pero lo fue en parte: en los años 90, siendo ya casi sexagenario, se casó con María José Guil Navarro, viuda de Alfonso del Rey Cámara, matrimonio con el que Isidoro Álvarez tenía buena amistad, pero el marido murió y su viuda quedó sola con dos hijas. Más adelante Isidoro y María José se casaron, y él adoptó a las hijas, Cristina y Marta (que desde entonces llevan los apellidos de ambos, Álvarez Guil), las que más adelante entrarían a trabajar en los propios grandes almacenes, y formarían sus propios hogares. Hoy son las titulares, por herencia, del patrimonio paterno en general.

En lo que concierne a El Corte Inglés, esa titularidad patrimonial se instrumentará de la siguiente forma: los derechos de ambas herederas, y los de su primo Dimas (el actual presidente, también heredero de Isidoro), formarán la sociedad de cartera IASA, que tendrá una titularidad accionarial del 22% del total de la compañía (segundo grupo de poder, después del 37,3% que ostenta la Fundación Ramón Areces, asegurándose en suma el control institucional, sobre todo si se añade la disponibilidad de voto de la autocartera, que es del 14%).

El control de voto era absoluto con Isidoro Álvarez en la presidencia de la compañía, porque también presidía la Fundación Areces; ahora, sin embargo, ha sido designado presidente de esta entidad Florencio Lasaga, un empleado histórico.

Parte de esta información ya se publicó en números anteriores de Textil Exprés, cuando sucedieron los hechos que se relatan (es decir, hace un año) y ha sido reagrupada ahora aquí, añadiendo las situaciones nuevas, con motivo de establecer mejor su relación con el estado actual del grupo empresarial (del que fundamentalmente se habla en este número).


[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 220 — septiembre 2015 ].


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