El PERTE de Economía Circular destina 100 millones para la transformación del sector Textil/Moda.
Que la vicepresidenta tercera del Gobierno de la nación, y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, participase en la jornada sobre Retos del Sector Textil y de la Moda en el ámbito de la Sostenibilidad, del 8 de julio, constituyó todo un logro de los organizadores de la misma, y un signo de que la Administración asume compromisos concretos con este sector.
Que la vicepresidenta tercera del Gobierno de la nación, y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, participase en la jornada sobre Retos del Sector Textil y de la Moda en el ámbito de la Sostenibilidad, del 8 de julio, constituyó todo un logro de los organizadores de la misma, y un signo de que la Administración asume compromisos concretos con este sector.
Se congratuló de que el sector del Textil y la Moda en España pueda ser «el que lidere un proceso enormemente interesante, pero también enormemente complejo, de interpretación de la competitividad en clave de sostenibilidad, sabiendo que es también desde hace muchos años un sector innovador en diseño, en materiales, en presentación, en canales, en vinculación de lo local y lo global en muchísimos ámbitos muy distintos».
Evocó que vivía en París en los años previos a la preparación de la conferencia que finalmente dio lugar al Acuerdo de París sobre sostenibilidad. «Viví muy de cerca las negociaciones en Naciones Unidas para la fijación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y en general la Agenda 2030. Y viví con particular envidia aquel momento el que al presidente de Francia se le ocurrió empezar a trabajar con el sector del textil». Aspiraban —dijo— a convertirse en embajadores del mundo con una cara distinta, en que «la sostenibilidad en el ámbito de la moda tenía mucho que decir y podía ser un elemento tractor para que, entrando en cada casa, en cada hogar, en cada ámbito de negocio, grande, pequeño, más artesanal, más sofisticado, pudiera marcarse una diferencia». El sector de la moda podía convertirse así en «una especie de influencer en favor de la sostenibilidad».
Admitió desconocer cómo evolucionó posteriormente esa iniciativa francesa, pero cree que la planteada por el Observatorio español del Textil y la Moda «puede ser protagonista de ese cambio y puede desempeñar esa tarea a lo largo y ancho del planeta».
«España es extraordinariamente rica en el conjunto de la cadena de valor de su industria textil, del diseño, de la moda. Cuenta con una amplia implantación en nuestro país y es uno de nuestros principales motores sociales y económicos, tanto en la agenda doméstica como en la balanza comercial, con una participación en el PIB cercana al 3% en años normales. No han sido años muy normales estos últimos, pero incluso en esos años anormales los empresarios del textil han estado al pie del cañón, desarrollando, trabajando, profundizando en cuáles eran esos desafíos a los que hacer frente».
El textil/moda «tiene un elevado peso en nuestras exportaciones, próximo al 9%, y su contribución al empleo representa aproximadamente el 4% en el comercio y un 7% en la industria. Con otra característica particularmente importante en todas y cada una de las fases de los eslabones de esa cadena de valor: la presencia de las mujeres es destacable, sumamente llamativa y siempre en positivo».
Ahora bien, se trata igualmente de un sector que, «en efecto tiene un impacto ambiental notable, que hasta hace relativamente poco pasaba prácticamente desapercibido».
No era este —dice— un sector en el que hubiera grandes chimeneas, del que saliera humo, y que consumiera masivamente recursos de forma claramente visible. «Y, sin embargo, cada uno de los elementos en la cadena de valor, por competición frente a alternativas, por integración de unas sustancias químicas frente a otras, por gestión de los residuos, por combinación de distintos materiales, por consumos de agua y energía directos e indirectos, por logística, tiene un importante afectación ambiental [la ministra tiende a decir «afección», pero esta palabra tiene otro significado: inclinación, apego, afecto, o alternativamente enfermedad, no «impacto» o efecto, que es lo que pretende comunicar], tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, uso intensivo y eventual riesgo de contaminación del agua o emisiones de gases de efecto invernadero o gestión de residuos textiles. Efectos que, evidentemente, en la medida en las que los que lo conocemos, son más fácilmente evitables».
A ello se viene sumando últimamente «una tendencia sociocultural que nos pregunta hasta dónde y cómo podemos afrontar esa demanda de fast fashion masiva a escala global, y cuáles pueden ser las afectaciones que esto represente. Y, sin embargo, en mercados más asequibles, con una fugacidad de las tendencias de la moda, en las que claramente vemos una rotación enormemente importante, tendremos que plantearnos el modo en el que reaccionar cuando, por primera vez, empieza a frenarse o a cuestionarse (también por parte de los consumidores) hasta dónde y cómo y de qué manera se puede evitar o reducir este impacto».
Al Gobierno le preocupa que este sector tan relevante o concienciado llegue a tiempo «para evitar una tendencia en el crecimiento de la generación de residuos, por volumen muy significativo», de cara al año 2025 y 2030 [recuerden que hay una agenda al respecto, precisamente con horizonte 2030]. «Residuos en la inmensa mayoría de los casos recuperables, reutilizables, en algunos casos directamente complejos, complicados o bien contaminantes».
Esta cuestión, advierte, requiere sensibilidad social, «que la gente aprecie una prenda que pueda costar más, pero que haya integrado adecuadamente el conjunto de la cadena de valor, desde su diseño inicial, el empleo de los materiales susceptibles ya de ser utilizados pensando en su reutilización, en su recuperación, en la cadena logística y, finalmente, la recuperación».
Se ha puesto en cuestión el modelo de producción y consumo, y asistimos a cambios en las medidas regulatorias, tanto a nivel nacional como internacional. «El hecho de que la Comisión Europea en el mes de marzo de este año presentara la estrategia para textiles circulares y sostenibles, y el de que desde las instituciones europeas se tomen como ejemplo las iniciativas que se están impulsando desde España, no es sino un estímulo adicional para seguir progresando».
La ministra indica que ciertas medidas de tipo regulatorio se han incorporado ya en la Ley de Residuos y Suelos Contaminados, algunas de las cuales atañen directamente al textil, «con esquemas de recogida separada, y gestión posterior del residuo textil con la responsabilidad ampliada del productor».
El Gobierno contempla estas actuaciones como una oportunidad para ganar en competitividad, valor añadido, producto diferenciado, calidad, diseño, innovación y gestión responsable, evitando que, por el contrario, pueda suponer un riesgo de pérdida de competitividad para el sector.
«Por eso nos pareció indiscutible la necesidad de que en el PERTE de Economía Circular uno de los tres grandes sectores identificados como prioritarios y con recursos específicos, además de los recursos generales para la construcción de infraestructuras de recogida y disponibilidad de materiales, fuera precisamente el sector textil, porque los tejidos y materiales que empleemos, que generen menor afectación ambiental y faciliten la posibilidad de recuperación y reutilización, marcarán una diferencia importante. Pero para eso hay que estar preparados en la utilización de materias primas menos agresivas, la innovación para emplear otras fibras, tanto naturales y artificiales, asociadas a los nuevos productos».
Reconoce que es un auténtico reto a la par que un acicate. «Proporciona también un elenco de nuevas posibilidades para generar mayor valor añadido. Sabemos que, con menor impacto sobre el suelo, sobre las aguas, con menor impacto en la utilización de materias primas, con menor impacto en eventual contaminación química, damos un salto cualitativo que nos beneficia a todos, pero que diferencia al conjunto del sector».
El PERTE de Economía Circular es consciente de que no solamente hay grandes empresas tractoras ubicadas en posiciones altas del ranking mundial del sector. También hay pymes, diseñadores, microempresas que ven este desafío con ilusión, pero también con preocupación. El PERTE contempla 200 millones de euros en subvenciones para actuaciones transversales y 300 millones destinados a tres sectores clave, uno de los cuales es el del textil y la moda, «con 100 millones de euros que serán visibles en las primeras convocatorias que prevemos para fin de año».
A estas convocatorias podrán acogerse «proyectos innovadores para la producción y la incorporación de materias primas con bajo impacto, recicladas y/o de origen renovable. Iniciativas colaborativas de I+D+i en materia de gestión de residuos, obtención de nuevos productos y fibras, o la reducción de impactos. Inversiones en todos los eslabones de la cadena de valor, maquinaria, equipos e instalaciones incluidos, e incluso la etapa de gestión de residuos, plantas de clasificación, preparación para la reutilización y reciclado de alta calidad», siendo estas también susceptibles de presentarse a las convocatorias destinadas de forma transversal a las infraestructuras de recuperación y la reutilización.
A todo ello se añaden, «en el marco del plan de recuperación, los créditos territorializados, por 416 millones en el año 2021, y 175 millones adicionales en el año 2022, destinados a la mejora de la gestión de residuos municipales, donde necesariamente debería haber una infraestructura disponible para la recogida separada de textiles o la construcción de infraestructura para su reutilización y reciclado».
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