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El primer Suplemento de Textil Exprés de este año, que llevaba el número 217, correspondiente a enero-febrero, estaba siendo ultimado mientras se celebraban en Madrid dos acontecimientos de moda sincronizados, la edición número 61 de la pasarela Mercedes Benz Fashion Week, antes Cibeles, con treinta años de historia, y la cuarta edición de la feria de moda Momad Metrópolis, continuadora de una manifestación que se ha venido sucediendo con nombres diferentes, pero contenidos muy semejantes, desde finales de los años setenta.

Dos eventos esencialmente paralelos, pero con morfología cambiante y escenarios muchas veces distintos en ese largo período histórico, y que desde 1996 están definitivamente unificados en cuanto a organización y lugar, en el recinto ferial de Ifema. De los cuales dábamos en el citado número de la revista un avance informativo, que ahora, en el presente Suplemento número 218, completamos.

La pasarela discurrió del 6 al 11 de febrero, y acogió el calendario de desfiles de 41 creadores españoles, tres de ellos de nueva incorporación(precedidos en la apertura por la marca comercial Desigual, única protagonista del día 6), a los que añadió por primera vez tres creadores portugueses invitados; y, como siempre, cinco desfiles dobles de los diseñadores emergentes, agrupados por la Plataforma Samsung Ego, en la jornada final. La edición contó con un número récord de marcas patrocinadoras, 22, líderes de sus respectivos sectores.

 

Treinta años son muchos… y la vida es corta. La moda es, por esencia, efímera. Cada temporada tiene su colección. Cada quinquenio, más o menos, tiene su estilo. Cada creador tiene su vida, que a estos efectos es justamente de unos 30 años, entre la veintena y la cincuentena, más allá de la cual, si sigue en el candelero, es una gloria que se autoalimenta de su propio resplandor, pero ya no da sorpresas. No digamos lo que puede ocurrir si en medio de ese ciclo hay, como ha sucedido en nuestro tiempo (y como tantas veces ocurre en la historia), una crisis económica devastadora.

Por eso en esta edición número 61 los nombres sobrevivientes de la época fundacional eran escasísimos. Ninguno de los protagonistas actuales había participado en el primer desfile de la serie, y sólo uno, Roberto Verino, había estado en el segundo desfile, ambos correspondientes al año 1985. Con una antigüedad menor, aunque respetable, encontramos a Andrés Sardá, Francis Montesinos, Devota & Lomba… un diez por ciento del total. Y, del conjunto de la cartelera actual, más de la mitad eran, en términos históricos, recién llegados. Lo cual, juzgado inversamente, es un elogio: demuestra una gran capacidad de reclutamiento.

Por cierto que Montesinos parecía celebrar algo, entre un decorado rebosante de escarapelas rojas, los temas folclóricos (que tanto le gustan) muy bien tratados, un lleno de gente a tope y un final de fiesta espectacular.

Cada edición de la pasarela cuesta actualmente tres millones de euros. Los patrocinadores privados soportan el 60%; Ifema, el 30%; el resto, las firmas que desfilan. Para estas, todo depende del papel que asuman: desfile en solitario o compartido, y más o menos sobriedad formal. Por ejemplo, Montesinos contrató una cantante en directo.

Las aportaciones de los patrocinadores tienen, obviamente, una legítima finalidad publicitaria. En gran parte tienden a captar la simpatía del público, sobre todo de la juventud. Y contribuyen a que haya un ambiente muy animado. Todo adquiere un aire de festival. Pero, a la vez, un espíritu vendedor.

La oferta plástica de la pasarela combinó vestidos vaporosos con trajes masculinos (que teóricamente no serían parte del juego, pero quedaban bien). Se usaron muchos tejidos delicados, mucho bordado, muchos accesorios. Colecciones creativas y agradables. Los diseñadores querían (necesitaban) más vender que «epatar». Sardá hizo tan bien como siempre lo que en todas las ocasiones se espera de esta marca: que haga subir el nivel de erotismo de la pasarela; lo que a veces le ocurre es que no mide bien los límites de la elegancia.

 

Entre Mercedes-Benz y Samsung: ¿hablamos de moda o de tecnología? La marca Mercedes-Benz se ha convertido en estos años últimos en una protectora universal del mundo de la moda. Sus hombres de márketing han decidido patrocinar las pasarelas de todo el mundo, incluso de países que emergen ahora a la economía de consumo, no por una cuestión de subdesarrollo sino porque proceden de un sistema económico-social diferente, como puede ser Ucrania. Parece que los expertos alemanes han descubierto, o intuido, afinidades psicológicas (y por tanto simpatías latentes) antes desconocidas, entre el placer de conducir un Mercedes y el de vestir la última moda.

Ahora bien: en lo que antaño fue Cibeles las cosas van más allá. No sólo el primer patrocinador (o quizá pudiéramos decir el patrocinador máster) es Mercedes-Benz, sino que en el segundo puesto se coloca Samsung, aunque aquí las simpatías se sitúan en un plano distinto: lo que la marca coreana quiere vender a los jóvenes diseñadores es instrumental de trabajo, herramientas electrónicas auxiliares, o sistemas, para diseñar y confeccionar (empezando por las de comunicar, básicas también en este universo). Dice, por ejemplo: «Ahora, tus accesorios Samsung con un 20% de descuento». Y es una promoción «durante MBFWM».

Situadas así las cosas, nadie podrá decir en el futuro (si alguien tenía todavía esa idea) que, en el mundo de las profesiones, la moda es una frivolidad.


[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 218 — abril 2015 ].


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