Mientras los modistos neoyorkinos esperaban el dictamen de los sabios de Boston para decidir una postura sobre los desfiles (y entre tanto iban marchando más o menos a su aire), la propia presidenta de la corporación optó, en la Semana de la Moda recién vivida en su ciudad (del 11 al 18 de febrero), por una vía intimista: Diane von Furstenberg suprimió el gran desfile espectáculo, y lo sustituyó por una presentación privada en sus salones de la 14ª Street, con los compradores reunidos en pequeño comité, en un apartamento.
La respuesta del mundo milanés de la moda (que durante los meses anteriores se había mostrado muy discreto) ha sido justamente la inversa: del 24 al 29 de febrero ofreció 73 desfiles solemnes y 90 presentaciones en off, más 15 eventos (inauguraciones, exposiciones, cócteles), implicando a 182 marcas, contra las 142 de febrero de 2015; la máxima participación desde 2009, antes de la crisis; y todo con un perfecto plan.
El día inaugural, el presidente del Gobierno italiano, Matteo Renzi, ofreció un almuerzo en el Palacio Real de Milán, por primera vez en la historia de la moda. Y les dijo a los diseñadores: «Vosotros sois la Italia que desea un futuro».
Giovina Moretti, la fundadora de un templo de los creadores con 2.000 m2 en la Via della Spiga, en pleno Cuadrilátero de la Moda, advirtió del riesgo de banalización de la moda misma y de los grandes creadores, que trabajan para el sector del lujo, con modelos de entre 3.000 y 4.000 euros. Advirtió de la trivialización que supone el introducir esta obra de selección (que lo es por naturaleza) en el juego de las redes sociales.
El programa de pasarela en la capital de Lombardía fue abierto por Gucci y cerrado por Giorgio Armani, siguiendo una constante histórica. La Cámara de la Moda presentó una carta de intenciones, elaborada en complicidad con la Confederación del Textil y la Confección, la Federación de la Industria Química, la asociación Textil y Salud, y Altagamma (la corporación del lujo), que se proponía transmitir acto seguido a sus homólogos extranjeros.
En el panorama europeo, Londres es el escenario que se ha mostrado más receptivo hasta ahora a las posiciones (es decir, a las dudas y ambivalencias) neoyorkinas, pero Milán se muestra fiel al sentir de París, sintetizado de este modo: «es preciso respetar los aspectos intangibles de la moda, el sueño, el deseo, la aspiración; estamos abiertos a las novedades, pero debemos proteger lo que hemos sabido hacer, no ya en nombre del márketing, sino de la creatividad».
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[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 224 — abril 2016 ].