Las primeras ferias especializadas que tuvo Madrid cuando se dotó de una institución ferial (es decir, cuando se creó Ifema) fueron precisamente del vestir: Imagenmoda, con vestir femenino, e Ibermoda, con vestir masculino, ambas creadas por grupos empresariales catalanes, con promotores privados distintos, para presentar su producto en Madrid en escenarios independientes antes de que se sospechara que iba a nacer allí una entidad ferial propiamente dicha. Se unificarían después, bajo la gestión común de Ifema una vez constituida, dando lugar al SIMM, Salón Internacional de la Moda de Madrid.
Frutos de otras iniciativas sectoriales diferentes, fueron recalando en diversos momentos en el ámbito de Ifema otras manifestaciones de distintos orígenes; entre ellas una aparentemente complementaria, la Feria Internacional del Calzado, Modacalzado, promovida por la corporación de fabricantes del ramo (con sede en Elda). La Institución Ferial de Madrid organizaba así dos manifestaciones en cierto modo parejas, la de vestir para entonces ya unificada (de cuya génesis se acaba de hablar en el párrafo anterior) y la de calzar a la que nos estamos refiriendo ahora. Con una temporalidad parecida, pero en fechas diferentes, tal como sus respectivos promotores, antes de Ifema, las habían pensado.
Ocurrió sin embargo en los años 2000 que, sobrevalorando las afinidades que ambos sectores, vestido y calzado, parecían tener, por cuanto ambos se dirigían al atuendo personal, Ifema decidió unificar las respectivas convocatorias bajo el nombre común de Momad Metrópolis (expresión en la que, evidentemente, el término Momad era una forma sincopada de Moda de Madrid).
Resultó que las afinidades funcionales entre el vestido y el calzado, a efectos feriales, no eran tan completas como se había creído, y el calzado en particular se encontró muy insatisfecho (particularmente en el calendario de primavera) con las circunstancias de la coexistencia forzosa a la que se había visto conducido.
De modo que, en el primer semestre de 2016 (con oferta para otoño-invierno próximo), se desdobló la convocatoria: del 5 al 7 de febrero, Momad Metrópolis, Salón Internacional de Textil y Complementos, equivalente a la antigua SIMM, y un mes más tarde, del 4 al 6 de marzo, Momad Shoes, Salón Internacional de Calzado y Complementos, equivalente a la antigua Modacalzado. Criterio de calendario que se mantendrá en adelante.
Aquí hablaremos del certamen textil, pero en otro lugar de este mismo número se podrá ver también la crónica del segundo salón del período —es decir, el del calzado—, aun cuando, para el ámbito de interés de nuestros lectores directos, este último resulta, visto separadamente, un poco marginal.
El ámbito ferial del textil.
La feria destinada al sector del vestir, la primera de esta temporada por orden de celebración, ocupó un espacio que ya le es muy familiar, en los pabellones 12 y 14, que forman una especie de territorio autónomo, en la periferia del recinto ferial propiamente dicho, y que tanto deparan un ámbito de exposición muy funcional como un ágora de debates muy participativa; y también en el pabellón 2.
En este caso, ambas facetas (exposición y debates) eran muy interesantes, puesto que se concedía mucha importancia a la celebración del Foro Momad, en el que, en expresión de los organizadores, el conocimiento técnico compartía protagonismo con la actualidad sectorial.
Una selección de expertos abordaba, a través de seminarios, ponencias y mesas redondas, la aplicación y el potencial de las nuevas tecnologías en el mundo de la moda. El auge de los pop stores, el comercio on line, la moda responsable y sostenible, y la implantación del wifi tracking como herramienta para fidelizar y comprometer a los clientes, eran algunos de los temas a tratar en esta ocasión.
De nuevo se volvió a dar un cierto contrasentido que ya hemos puesto de relieve otras veces, pero que por lo visto no tiene remedio: en estos foros, una serie de expertos canta las excelencias del comercio online a un público (que es, por otra parte, el cliente esencial de la propia Feria) cuyo medio de vida está ligado al comercio físico, logrando que, al final, hasta se entusiasme con las maravillas de su previsible autodestrucción. Aunque la evolución real parece estarse derivando hacia fórmulas intermedias (omnicanalidad) de una relativa coexistencia.
Esta convocatoria de comienzos de febrero reunió a más de 800 marcas de 440 expositores, de moda y complementos, ocupando 15.000 m2 de superficie de exposición (con incremento del 18% sobre febrero de 2015, a pesar de que entonces se incluía, diluida en la misma manifestación, la muestra de calzado). Se produjo un regreso de marcas textiles, en algunos casos importantes, que se habían ausentado en las últimas convocatorias; particularmente mencionable el retorno de nombres gallegos de la confección muy conocidos. Se encontraron muy bien representados, por otra parte, tanto el sector más informal (tejano, streetwear, casual) como el más formal (hasta incluir peletería), con una notable riqueza de complementos.
Denominaciones sectoriales específicas eran las de Fast & Young, Kids/Little (la moda infantil más innovadora), Contemporáneo, Casual, Moda en Piel, Now (nueva denominación para la moda pronta), Evento, y las marcas de alta gama del Momad Showrooms. En esta ocasión, las marcas del Espacio EGO de nuevos valores estaban compartimentadas en los sectores correspondientes a su especialidad.
Esta feria se desarrolló en paralelo con otras de Ifema como Intergift, Bisutex y MadridJoya, de las cuales las dos últimas ofrecían cierta complementariedad de oferta con la moda propiamente dicha (incluyendo aspectos como, por ejemplo, el paralelismo en tendencias para determinados sectores).
Salón muy agradable, afluencia de visitantes, y mucha precaución al comprar.
El aspecto general del salón era muy agradable, con buena afluencia de visitantes, incluyendo gente muy notoria en la profesión. Se contabilizaron más de 14.000 compradores, entre ellos más de 1.500 extranjeros, de los que un 55% eran portugueses.
Desafortunadamente este ambiente tan favorable no siempre se traducía en el ánimo de los expositores, porque el negocio es muy sensible a determinadas circunstancias. El responsable de un stand describía así el estado de su cuaderno de pedidos: «es una sucesión de palote, palote, palote», refiriéndose a la serie de unidades de producto: 1,1,1… frustrante para cualquier expositor.
La temporada comercial del otoño había sido en su primera parte bastante satisfactoria. Pero la climatología tuvo un comportamiento ilógico. Llegaba ya el invierno sin que hubiera aparecido el frío, y las compras propias de esa estación no llegaron a producirse, ni en España ni en varios otros países europeos. Comercialmente, esa campaña se había frustrado. Y en nuestro país ese contratiempo se superpuso a otro, interno, más trascendente: la confusa situación postelectoral que siguió al 20 de diciembre. Un comerciante lo expresó más tarde en estos términos: «desde el 15 de enero, ya no se abrió la caja registradora».
Momad tuvo lugar a comienzos de febrero. Y al parecer sus expositores se enfrentaban, en el mejor de los casos, a un cuaderno de pedidos poblado de «palotes», acompañado de esta advertencia verbal: «A confirmar a comienzos de septiembre; entre tanto no lo consideres cerrado, que no sabemos cómo irán las cosas». Cada profesión tiene sus servidumbres; la incógnita comercial no es de las menores. Pero digámoslo todo: tiene también, afortunadamente, sus alegrías. En este caso, claramente, el conjunto de la feria era en sí mismo una alegría.
Por primera vez el salón puso un especial énfasis en la moda sostenible, con la celebración de diferentes eventos destinados a resaltar esta concepción tan actual del mundo del vestir, con participación de marcas y expertos muy representativos que en las próximas ediciones irán ganando proyección.
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[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 224 — abril 2016 ].