La crónica completa de un acontecimiento vigorizante, de la socio-economía a la pasarela, pasando por la libreta de pedidos.
El resultado de la Barcelona Bridal Fashion Week que, con el entusiasta concurso de todos, se nos ofreció esta primavera, fue una excelente fiesta con un ambiente encantador; y esto, sin más, sería ya el mejor elogio. A lo que puede añadirse otra cosa que parece patente: fue en términos generales un buen negocio para los que participaban, y un negocio además con promesa de continuidad (que en definitiva es el objetivo último de toda feria).
Unas pinceladas de mercado, para enmarcar las cosas.
El evento tuvo un prólogo muy serio, muy intelectual: un debate académico bajo el título «Logros y retos del sector de la moda nupcial en España», conducido por el profesor José Luis Nueno siguiendo los resultados del estudio dirigido por él mismo y titulado «Millenial Brides: nacer en los 80’s, casarse hoy»: los nacidos entre los años 80 y los 2000 son los novios actuales y, sobre todo, del futuro inmediato y, por la evolución demográfica y social de las diversas áreas del mundo, están determinando un desplazamiento del mercado nupcial, para el futuro próximo, del hemisferio Norte al hemisferio Sur (si bien el primer mercado nacional seguirá siendo el de Estados Unidos, territorio septentrional, pero hoy por hoy dominante).
Con independencia de la movilidad geográfica de ese mercado, y de los condicionamientos sociales y culturales de los diversos públicos afectados por el fenómeno, Nueno ha podido constatar la persistencia del interés de todas las novias por la brillantez y categoría del vestido nupcial antes que por otros factores de la boda, circunstancia muy alentadora para el futuro de este sector de negocio.
Un sector que, dicho sea de paso, supone hoy en el país una facturación global de 1.300 millones de euros (el 12% por la exportación, con Italia, Francia y Alemania como primeros clientes, que absorben el 45% de nuestras ventas externas) y la producción de 755.000 vestidos (un 45% en Cataluña), que constituyen la base del negocio de 700 compañías. Se cree que en el año 2020 el precio medio de cada vestido de novia en España superará los 1.729 euros (en un probable gasto total medio de 16.500 euros por boda), rebasando por primera vez, en cuanto a la indumentaria, los precios anteriores a la recesión de 2006.
Por cierto que España es el único país occidental con una producción de vestidos nupciales superior a su demanda interna (del conjunto del mundo, el primer productor es China, pero eso funciona a otra escala). Por tanto estamos obligados a mantener una tensión creciente en la exportación, en la que Cataluña ostenta la primacía.
El tiempo del arte: 21 desfiles para disfrutar.
Tras este prólogo que pudiéramos llamar académico, primero hubo cuatro días, del 26 al 29 de abril, dedicados a los desfiles. Inauguró la pasarela Rosa Clará, protagonista única del día 26, y la cerró Pronovias, clausurando la noche del 29; firmas que precisamente el «conseller» Baiget calificó de empresas tractoras del sector (aunque sólo la segunda podría considerarse verdadera líder en el plano internacional).
Parece que Clará invierte más en atenciones a la «gente guapa» que forma su público (y llena sus pasarelas) que en la sutileza y talento de su taller creativo, pues las colecciones parecen hechas, al menos esta vez, para que sean vendibles a un público fácil. O quizá tiene creaciones de más calidad que no exhibe en el desfile general, por la reserva de copia (lo cual también sería posible).
En cuanto a Pronovias, que hizo su presentación en un marco especial, el Pabellón de Italia (del mismo recinto ferial), fue fiel a su tradición de estilo y calidad, pero con líneas sobrias y menos diversidad de propuestas de lo habitual en esta marca, alternando tejidos ricos (y sin embargo sencillos) con austeridad de volúmenes; lejos por otra parte de la gran fiesta escénica y social, incluida la participación de maniquíes estelares, que en algunas ocasiones le caracterizaba.
Se dio la circunstancia de que, ese mismo día 29, el Consejo de Ministros en funciones, reunido en Madrid, acordó conceder a Alberto Palatchi Ribera, presidente de Pronovias, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo. Aunque los servicios de relaciones públicas de la compañía distribuyeron una nota informativa al comienzo de la tarde, el hecho no trascendió en los círculos feriales.
Ese ceremonial, de apertura y cierre del cartel de desfiles, de cada edición anual, con esos dos protagonistas, Clará y Pronovias, en el mismo orden y posición, fue convenido hace algún tiempo, y por el momento se mantiene.
El programa general del segundo día lo abrió, en esta ocasión, como ya ocurrió en algunas otras (no en todas), Jesús Peiró, otro nombre español de prestigio, reconocido en general como número tres, en calidad, del escalafón nacional (aunque a diferente escala de mercado). Su desfile puso de manifiesto una vez más la gran sensibilidad de la diseñadora, una imaginación sin límites para coordinar tejidos con orfebrería, la capacidad de hacer una colección con alma.
La Pasarela, al completo.
En total, 21 desfiles: once de sólo boda, cinco de boda y fiesta, y otros cinco de sólo fiesta; se diversificó el abanico de producto. Cinco de los desfilantes eran internacionales (es decir, extranjeros), práctica que se inició en el año pasado y que con toda seguridad se intensificará en los años próximos, revolucionando el esquema al que estábamos habituados, ya que no existen criterios uniformes en el mundo sobre qué es y cómo funciona la moda nupcial, ni en el sentido ceremonial estricto ni (mucho menos) en el festivo de acompañamiento. El concepto de vestido de novia no es el mismo en todas las sociedades, y la apertura del abanico puede colocarnos frente a una oferta desconcertante.
Por primera vez desfiló el diseñador gallego de trajes de novio Ramón Sanjurjo, que reemplazó en el cartel al madrileño Fuentecapala, durante varios años protagonista único (y muy acreditado) de la sastrería nupcial masculina en esta feria, pero que lleva un tiempo afrontando serios desafíos industriales y económicos, que adquirirían mayor notoriedad poco después de la celebración de BBFW. El desfile de Sanjurjo fue bueno sin alardes, con un producto de ceremonia muy bien coordinado. Esta modalidad de producción ocupa a la compañía durante siete meses del año; los otros cinco los dedican a ropa de calle o de fiesta más accesible. Hoy, la sastrería selecta, por sí sola, no asegura un mercado, pues el hombre actual, y sobre todo la juventud, para el vestir de cada día usa cualquier cosa.
En novia fueron relevantes Marylise & Rembo (dúo belga, nuevos en Barcelona, con una oferta singular: prendas de punto de cashmere y mohair), Cristina Tamborero, Yolan Cris (dinámica, fluida, juvenil, muy bien trabajada, una delicia de colección), Inmaculada García (menos imaginación de lo que era habitual en ella), Jordi Dalmau (siempre en su línea creativa y muy bien trabajada, ofreciendo además, como es normal en todo lo suyo, la parte de espectáculo, en esta ocasión con drácula como personaje, trasladando a los espectadores a una agradable y divertida pasarela), Patricia Avendaño, la norteamericana Justin Alexander (que acudió por primera vez el año pasado), Cymbeline (colección comercial de gran calidad y diversidad)… En fiesta, Isabel Sanchís, Isabel Zapardiez, Carla Ruiz, Sonia Peña…
El caso de Inmaculada García resultó sorprendente para la prensa profesional, porque tenía modelos (prendas) en el stand aparentemente mejores que los que presentaba en el desfile; al parecer reservados para uso exclusivo por las «bloggers», que se han convertido en sus agentes de promoción privilegiadas. Un fenómeno que no ha hecho más que empezar, al menos para esta creadora, que probablemente provocará el enfado de los grandes medios.
Aunque el vestido predominante, con mucho, fue todavía el tradicional, los modistos van permitiéndose algunas libertades como la combinación de vestido corto sobre pantalones, o de cuerpos diversos sobre faldas cortas o largas, de modo que la novia cambie fácilmente de look sólo con añadir o quitar alguna pieza, según asista a la ceremonia religiosa (sobre todo si se celebra en una iglesia), al cóctel o a la fiesta.
Invitados muy especiales.
En el capítulo de desfiles hubo dos presentaciones de un estilo muy particular, tanto por la obra aportada como por la personalidad de los protagonistas.
Una fue al final del día 27, con el diseñador indio-estadounidense Naeem Kahan, nacido en Bombay, de una familia que realizaba vestidos para la realeza india, y residente en Nueva York donde fundó su propia firma en 2003 y la línea «bridal» en 2013. Hoy viste a damas de la alta sociedad internacional, entre ellas Michelle Obama y la Reina Noor de Jordania, y es miembro del Consejo de Creadores de Moda de América. Sus colecciones de novia se distribuyen en más de 100 puntos de venta de los más prestigiosos del mundo.
Su desfile comprendió una selección de outfits nupciales de la temporada Primavera 2017 y vestidos de noche para el próximo otoño/invierno. Una propuesta llena de diversidad y originalidad, ante la cual la prensa estaba absolutamente entusiasmada. Kahan era por otra parte la estrella invitada de la Barcelona Bridal Night que se celebró a continuación de su desfile y que reunió a los profesionales del sector y de la prensa, con más de 600 invitados.
La otra presentación excepcional fue, el siguiente día 28, la de la israelí Galia Lahav, otra de las firmas más prestigiosas del mundo «bridal», con 30 años de historia como creadora de vestidos de novia y fiesta. De origen ruso y afincada en Tel Aviv (Israel), conjuga las tendencias más avanzadas con detalles extremadamente lujosos. Ha vestido, y sigue vistiendo, a multitud de «celebrities» de todo el mundo. En Barcelona exponía la colección «N. 1 of Gala by Lahav» en el salón, y mostró en pasarela la colección «N. 2». Su exposición para la prensa, sin embargo, fue menos emocionante que la que había hecho la víspera Naeem Khan. Y al cierre del desfile no salió ella a recibir los aplausos, sino un chico del que nadie supo bien quién era, aunque se dijo que probablemente fuese de la familia.
Y el tiempo del negocio: 260 marcas y 400 «key buyers» para comprar y vender.
Los días de la feria, del tiempo para hacer negocio (la «professional trade fair»), fueron del 29 de abril (día en que se superpuso a la última jornada de la pasarela, la de los «fashion shows») al 1 de mayo, tres jornadas.
Concurrieron más de 260 marcas (aumento de un 13%), que presentaban cerca de 20.000 vestidos de novia y novio, de fiesta, de comunión… y toda clase de complementos. El 58% de los expositores eran extranjeros (un récord de internacionalidad, superando en un 8% a la edición anterior), procedentes de 17 países, sobre todo de Reino Unido, Estados Unidos y Países Bajos. En su tiempo, la feria nació como escaparate de la moda nupcial española; la evolución reciente le ha llevado a ser cada vez más universal en su oferta, sin por ello abandonar aquella función nacional.
Como consecuencia de esa creciente diversidad, atrae a miles de compradores de todo el mundo (al cierre de la feria no se había concretado la cifra), entre ellos en esta ocasión 400 «key buyers» de 40 países que habían sido directamente contactados por el salón, sobre todo de Europa (Alemania, Reino Unido, Francia, Italia) y Estados Unidos.
De nuestras conversaciones con los veteranos del certamen, hemos podido comprobar que el público visitante era comparable al de los mejores tiempos; los expositores históricos (incluso los que tienen el hábito de protestar siempre y por todo) estaban satisfechos. Algunos concretaban: han vuelto a aparecer las boutiques españolas, que casi habían desaparecido. En otros aspectos, por supuesto, la feria ha superado además con creces a su historia, por ejemplo en la internacionalidad, así que el resultado es un importante salto adelante.
Parece que los organizadores han acertado plenamente, pues un expositor satisfecho es algo que no tiene precio.
Por otra parte, hay otra comprobación muy interesante: en este sector de mercado el canal convencional de venta sigue siendo fundamental; es decir, el riesgo de la venta online, para las novias, no existe. Sólo puede funcionar para los vestidos de segunda mano; y, aunque es cierto que, con la crisis, se ha activado, no es un mercado relevante.
Otra observación muy curiosa, de un profesional del gremio: una tienda serena y ordenada vende; una tienda nerviosa y estridente, no. La venta de un vestido de boda requiere serenidad.
Y por tercera vez la beca de Gratacós.
La empresa de tejidos para alta costura Gratacós concedió por tercera vez, en el marco de la Barcelona Bridal Fashion Week, la beca Gratacós Bridal Scholarship for the Talent, que premia el proyecto más destacado del Postgrado de Diseño de vestidos de novia y ceremonia del IED Barcelona Escola Superior de Disseny, dotada con 1.000 euros en metálico y 500 euros en tejidos nupciales de la colección Gratacós. La ganadora fue la diseñadora Patricia Caylet.
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[Publicado en - Junio 2016 ].
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