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Los avances alcanzados al comienzo del verano, en las conversaciones euroamericanas sobre liberalización del comercio mutuo, que podrían tener resultados tangibles a corto-medio plazo, han suscitado, aunque sea con matices, una ola de optimismo en los círculos europeos del textil-confección.

Para este sector, los Estados Unidos representan ya hoy día el primer mercado de exportación, pero hay todavía un importante margen para incrementar los intercambios y las inversiones. Los intercambios pueden beneficiarse, tanto de reducciones aduaneras adicionales a las ya existentes como de la desaparición de obstáculos no tarifarios y de armonización de las normas del tráfico.

Los procedimientos muy estrictos que los Estados Unidos aplican en la tramitación aduanera requieren con frecuencia tiempos tan largos que son incompatibles con la velocidad de tratamiento que requieren los productos textiles por razón de su estacionalidad.

Las exigencias norteamericanas de protección al consumidor, desiguales entre Estados, no han sido armonizadas con las europeas, y hay también disparidad en normas sobre etiquetaje. El libre comercio tendrá que conducir a alguna forma de simplificación.

En las negociaciones en curso hay un aspecto muy prometedor para el incremento de los intercambios: el del libre acceso a los mercados públicos (es decir, las compras de las administraciones). En la Unión Europea (según la UIT) se admite la participación de concurrentes de todo el mundo; en los Estados Unidos sólo pueden competir productos 100% americanos. Europa tendría ante sí unas perspectivas enormes si pudiera concurrir a vestir a las fuerzas armadas americanas.

Por otra parte, las empresas de textiles técnicos, para sectores como la industria, la construcción o la química, muy potentes sobre todo en Alemania y Francia, tendrían grandes posibilidades de mercado en Estados Unidos si esta restricción de nacionalidad desapareciera.

El acuerdo que se está gestando, en cuanto a simplificación de procedimientos será particularmente beneficioso para el sector textil/confección, compuesto en un 80% de pymes, muy sensibles, por su endeble estructura, a las complejidades administrativas.

Claro que también se podría temer una oleada inversa, de invasión del mercado europeo por productos del otro lado del Atlántico. Sin embargo, las patronales del textil de la UE no lo creen posible, porque las barreras tarifarias exteriores de la UE para este tipo de productos son ya las más bajas del mundo.

En todo caso, los negociadores europeos estiman que la cantidad y complejidad de los pormenores a resolver es todavía tan importante que requerirá no menos de dos años de conversaciones antes de que pueda desembocar en un tratado aplicable. Pero las empresas que se dispongan a estar en condiciones de aprovechar desde el principio dicho tratado tienen que darse prisa: dos años no son nada.


[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 208 — septiembre 2013 ].


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