La edición número 60, de un marco de desfiles que ha ido cambiando.
Si Momad Metrópolis discurrió (véase la crónica correspondiente en este número) del 12 al 14 de septiembre, en una feria de tres días, y la tanda de desfiles de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid empezó el 11 y se extendió hasta el 16, toda una semana bien cumplida, es evidente que ésta arropó al salón con un suave efecto protector desde antes de que empezara hasta más allá del final. Digamos que Mercedes-Benz creó el ambiente en el cual Momad Metrópolis situaría cómodamente, en términos de negocio, el contenido principal.
La pasarela de Madrid celebraba su edición número 60, lo que equivale a una trayectoria vital de 30 años (que se cumplirán en febrero próximo), iniciada cuando en la España de la moda se hablaba de «los intangibles», un concepto para soñar. Lo único que ha permanecido invariable en todo ese tiempo ha sido la directora Leonor Pérez Pita, más conocida como Cuca Solana.
La pasarela de esta vez fue de contenido muy libre. Para empezar, el primer día sólo hubo un desfile, pero no de un modisto, sino de una firma comercial: Desigual. Novedad absoluta. Aunque no excepción, porque este año Desigual se ha presentado en otras pasarelas del mundo, todas dispuestas a flexibilizar su sentido de la costura. La empresa del suizo-barcelonés Thomas Meyer, que además acaba de entrar en Bolsa y en 2013 facturó 828 millones, llegó a la Mercedes-Benz madrileña procedente de la Semana de la Moda de Nueva York (aunque aquí traía una colección un poco más ligera).
El programa comprendía desfiles de 41 creadores y marcas. Ninguno de ellos había participado en la edición inaugural, cuando la pasarela se llamaba Cibeles. Esto no quiere decir que todos los diseñadores actuales hayan nacido a la vida profesional después de aquella fecha, sino que, estando ya entonces en activo, no formaron parte del momento fundacional. Por ejemplo Montesinos, que estaba en su instante de gloria: había presentado su colección ante más de 12.000 personas en la plaza de toros de Las Ventas, y el cronista de modas más veterano de Europa, que asistía, salió del recinto diciendo «¡No tengo palabras!». El diseñador valenciano no se incorporó a Cibeles hasta 1991. Otros de los que sí estaban han ido causando baja después.
De los 41 protagonistas de esta sexagésima edición eran de nueva entrada los Alvarno, así como Ulises Mérida y Leyre Valiente; y retornaban Maya Hansen y Rabaneda. Hansen, madrileña, de madre argentina y padre danés, ha sido galardonada en numerosas manifestaciones de moda españolas e internacionales, y está involucrada en diversos proyectos de diseño y trabajos experimentales. Aporta viveza, saliéndose de lo clásico tanto en tejidos como en línea, sin dejar de ser comercial. Aunque a veces sorprende con propuestas incómodas como la de una novia embarazada, incluidos los gemidos del bebé.
Entre los protagonistas del día 12, pertenecientes a la Asociación ACME, estaban Devota & Lomba, Roberto Verino (con un homenaje a la riqueza estética de Méjico), Francis Montesinos, Juanjo Oliva, Ana Locking, Angel Schlesser…
La aportación más interesante era la de Roberto Verino (que, aparte de desfilar en la pasarela, a la que últimamente acudía poco, fue ahora expositor en Metrópolis por primera vez). Desfiló con mujer y hombre, una línea severa y elegante, con predominio del toque sartorial; pero cuya armonía quedaba rota, en la versión masculina, por un detalle desafortunado: el incomprensible desvío de la raya del pantalón (quizá una falta de taller).
La aparición de Francis Montesinos tenía una intención que rebasaba el objetivo de proponer una moda. Se trataba de recuperar el equilibrio de su imagen pública después de que se viera implicado al comienzo del verano en un confuso caso de abusos del que él personalmente fue exonerado. Todos sus amigos acudieron a arroparlo, aunque el propio Francis no daba la mejor imagen de sí mismo. Para animarle estaban, entre muchos, Paola y Lucía Dominguín, Carmen Alborch y Agatha Ruiz de la Prada, y multitud de niños. La colección, por otra parte, era muy sencilla, lejos de su riqueza creativa; no era un buen momento.
Los dos días siguientes continuaron en juego los miembros de la ACME, y el día 15 fue el turno de los ajenos a la Asociación y los principiantes diversos, incluidos los participantes en colectivos como la Plataforma Samsung Ego.
Ha disminuido el número de colecciones de creador hechas para pasarela; ha aumentado el de colecciones comerciales presentadas en pasarela, que no es lo mismo. Un caso muy singular es el de Juanjo Oliva, que presentó su séptima colección para la marca Elogy, de El Corte Inglés, de gran éxito comercial.
Al final, el 16 de septiembre se entregó el «Premio Mercedes-Benz Fashion Talent» al diseñador Victor Von Schwarz.
Muchas cosas han cambiado, en el fondo y el ambiente. En los últimos tiempos (y eso no tiene nada que ver con el 60º «aniversario», sino con el paso normal de los días) el ambiente de la pasarela Mercedes-Benz ha ido cambiando mucho. Por una parte, la dura situación económica ha ido ocasionando bajas (algunas relevantes) en el calendario de desfilantes. Por otro lado, el panorama de figurantes colaterales también se ha reducido, y esto ha sido positivo al haber eliminado del protagonismo estéril a muchos personajes ridículos.
Claro que el fenómeno puede tener sus inconvenientes, porque una pasarela desprovista de una fila con fuerza mediática puede perder la mitad de su atractivo, pero también es cierto que se habían ido sumando «celebrities» absolutamente banales.
Ahora siguen apareciendo, sobre todo, personalidades sobrantes del mundo televisivo, que no tienen talla, no tienen elegancia y ni siquiera adornan el entorno. Y figuras excedentarias del mundo mediático que buscan despertar recuerdos, y hacen todo lo posible por captar la atención de unos fotógrafos que, por lo general, ya no las identifican. Por ejemplo, hay maniquíes que fueron admiradas en Barcelona y que no pueden comprender cómo es que hoy no son reconocidas (a pesar de sus esfuerzos por llamar la atención) en Madrid. Permanecen de pie, moviéndose para mejorar la perspectiva… sin que llegue a surgir el flash.
Bien es verdad que el bagage cultural de muchos informadores de hoy, blogueros incluidos, es asombrosamente corto. Por ejemplo, una de las colecciones que desfilaban parecía tener influencias de Courrèges, pero dos jóvenes que estaban allí cubriendo la información para una revista de modas ni siquiera habían oído hablar de un modisto que se llamara así (mal iban a saber la influencia que había tenido en el manejo de materiales y de formas). No era sólo una cuestión generacional: tampoco habían oído hablar de Nacho Ruiz, un diseñador español de ayer mismo, mucho más próximo en lo geográfico y en lo temporal.
Pero esta degradación del acervo cultural de la nuestra y de otras profesiones es un mal general de nuestro tiempo.
Hay quien empieza a reclamar el retorno de la pasarela a Madrid ciudad. La Pasarela Cibeles, que con el tiempo acabaría siendo Mercedes-Benz, empezó celebrándose en el centro de Madrid. Tuvo diversos escenarios en la capital, y diversos calendarios según los períodos. Finalmente acabó sincronizándose con la Feria, tanto en espacio (Parque Ferial de Ifema) como en fechas (Semana de la Moda, hoy Metrópolis), lo cual parecía convenir a los dos eventos, máxime por la circunstancia de que ambos tenían un organizador (y financiador) común. Luego vino el patrocinador automovilístico, que no supuso ningún cambio de escenario.
Ahora los medios de comunicación locales han empezado a reflejar algunas opiniones discordantes con la realidad actual, sugeridas por unos u otros diseñadores: hay quien cree que la pasarela de desfiles debería celebrarse en algún escenario más próximo al centro de la capital. Se lograría interesar más al público. Se atraería más a los profesionales de la costura (que no siempre coinciden con los industriales de la confección). Y se recuperaría el espíritu original.
La verdad es que, en esta ocasión, hubo ya diversos eventos de moda en el centro urbano, de distintos promotores (hasta cierto punto coordinados), con sus propios calendarios (esencialmente coincidentes). Pero sería aventurado sacar conclusiones en ningún sentido, porque los datos de estudio son muy parciales.
[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 215 — octubre 2014 ].