El desconcierto lleva a adoptar decisiones radicales, y a veces hay que dar marcha atrás.
Las inquietantes fluctuaciones a las que últimamente han estado sometidos algunos de los salones de moda más significativos en el plano internacional, a veces muy diferentes entre sí (lo que quiere decir que la posible crisis, si la hay, no es inherente a un tipo determinado de manifestaciones, aunque quizá sí afecte a unas más que a otras), han venido a despertar cierta conciencia de que estas herramientas de promoción, fundamentales para el funcionamiento del negocio, están necesitando con urgencia una revisión conceptual.
Pero al mismo tiempo se nota que hay un gran desconcierto sobre las causas de la situación, que ha pillado descolocado a todo el mundo, lo cual impide profundizar en la búsqueda de posibles remedios. Lo único que de momento se está haciendo es catalogar hechos, síntomas y circunstancias, es decir, elementos de trabajo (y sobre todo de meditación), con la esperanza de que la propia labor de búsqueda, y el intercambio de reflexiones, abra caminos.
El problema es general. Afecta tanto a los salones de tejidos como a los de producto acabado. Aunque los efectos se manifiesten de forma diferente. Y la evolución se convirtió de pronto en motivo de alarma este verano porque creó situaciones dramáticas a dos certámenes muy significativos (ambos de producto final): Who’s Next, de París, y Bread & Butter, de Berlín, los cuales, curiosamente, se han considerado a sí mismos en ciertos momentos rivales directos.
El comandante en jefe de B&B, muy temperamental y autosuficiente, quiso ensayar soluciones radicales a plazo inmediato que le fueron desautorizadas por su propio público (lo que algunos órganos de prensa calificaron como un psico-drama). El responsable de Who’s Next, más cerebral, optó por hacer menos ruido, y pensar despacio las medidas correctoras que deberá adoptar.
Entre tanto, un catálogo de puntos de partida para la reflexión. Varios de los salones más importantes de hoy día fueron concebidos en lo que un colega europeo ha llamado la edad de oro del consumo de moda. Esta es ya una primera consideración muy importante, para abordar cualquier otra.
Los visitantes fundamentales de los salones de prenda acabada son los propietarios o responsables de compra de las tiendas detallistas multimarca, cuyo papel queda cada vez más reducido por el empuje de las cadenas (tipo Zara) y del comercio electrónico.
Sin embargo, los salones franceses están empezando a notar un fenómeno curiosísimo: está llegando de España a París una nueva generación de multimarcas que está ahora en plena floración… y de la cual quizá en la propia España todavía no nos hemos enterado muy bien.
Los expositores potenciales creen que muchas veces sobran los actos de animación, que por una parte crean coste y por otra distraen de la verdadera finalidad ferial, que es, no lo olvidemos, la de comprar y vender.
La duración de un certamen es un factor crítico. La mayoría de los expositores cree que tres días sería el máximo perfecto; en ningún caso más, desde que los compradores de los grandes almacenes (se ha mencionado concretamente a El Corte Inglés y la Rinascente, aunque esta afirmación debe asumirse con cautela) han dejado de acudir a las ferias. Los hay que, incluso, optarían por dos días. Pero hay que tener en cuenta también la economía de esfuerzo: ¿vale la pena el trabajo de montar y desmontar para dos días?
Algunas marcas de prêt-à-porter indican que ya sólo exponen en aquellas ferias que les aseguran un retorno de la inversión, por el número y calidad de los visitantes. En este punto, la capacidad de convocatoria selectiva de las ferias no es demasiado elástica, salvo en lo que concierne a los visitantes invitados (es decir, con gastos pagados, a veces con ayuda de los gobiernos).
Entre los actos de animación superfluos no se incluirán, desde luego, los de formación: una mesa redonda o una conferencia pueden ser hoy vitales para el comercio detallista, pero los intervinientes han de ser de calidad.
En cuanto a los momentos del año oportunos para cada convocatoria, hay que ser respetuosos con el marco vital de la clientela. La quincena de los saldos, desde luego; sobre todo en Francia. Pero también los períodos vacacionales que sean ampliamente predominantes en la comunidad. De hecho ya respetamos el año nuevo chino, o la pascua judía.
El fabricante de tejidos quiere tener resuelto su carnet de pedidos lo antes posible, para trabajar (y solucionar el año) con comodidad y seguridad. El fabricante de prendas también, pero con margen de flexibilidad para recoger innovaciones sobre la marcha. El comerciante…. ¡Ah, el comerciante! Querría tener la facultad de quitar y poner lo que quisiera en cualquier punto y momento de la cadena. Bueno, quizá alguien esté dispuesto a organizar ferias de reposición o de oportunidad.
También en el extremo opuesto hay singularidades. El salón Pitti Uomo de Florencia sigue siendo un certamen de referencia mundial para la moda masculina. No toquemos ni sus fechas, ni su duración, ni su programa de eventos, ni nada. No le toquemos nada, porque es el modelo perfecto, mientras su público fiel lo siga viendo como tal. Pero cualquier otra cosa es revisable. Y a lo mejor el Pitti también, en un momento dado, no ahora.
Por último: podría parecer que el crecimiento del e.commerce dejaría a los salones fuera de juego. En la profesión hay mucha gente que no lo cree. Porque la moda es un ámbito de la vida en el que es importante tocar los productos y sentir sus emociones.
Sentir emoción: quizá esa es toda la clave.
[Publicado en TEXTIL EXPRES Suplemento 215 — octubre 2014 ].